El Gobierno ha empezado a tener las primeras noticias de lo que significa carecer de mayoría propia suficiente en el Parlamento y estar al albur del apoyo de segundos y terceros para sacar adelante sus proyectos. Algunos de los socios de circunstancias que apoyaron la moción de censura para desalojar a Rajoy empiezan a pasar factura. Factura que en el caso del PDdCat roza el chantaje. No apoyó al Gobierno en la votación del techo de gasto para 2019. Los ocho diputados que obedecen al fugado no le van a poner las cosas fáciles a Sánchez.
El plan de incrementar el techo de gasto –dinero que iría destinado a las CCAA y con el que desarrollar algo más que una política de gestos–, también está amenazado por la negativa del PP a apoyarlo. Así lo dijo Casado. Y puede llevar a término su anuncio porque la formación conservadora dispone de mayoría en el Senado. Ante semejante panorama se han dejado oír voces críticas contra Casado. Entre las más comentadas las de la vicepresidenta Carmen Calvo y la de Susana Díaz, presidenta de Andalucía. Ambas han acusado al nuevo líder de los conservadores de anteponer los intereses de su partido al interés del común.
Es una forma de presentar las cosas. En este caso, por cierto, apoyada en la mala memoria. Tiene gracia que haya sido la presidenta de Andalucía la autora de semejante reproche, que puesto en su boca nos instala en la perplejidad, pues hay que recordar que fue precisamente ella en unión de otros barones del PSOE quienes en octubre de 2016 forzaron la dimisión de Sánchez de la secretaría general del partido.
Porque se negaba a apoyar los Presupuestos que presentaba el Gobierno de Mariano Rajoy y porque se decía que tenía intención de pactar con los independentistas. Seguro que de vuelta en el AVE camino de Sevilla le sonaron los oídos con el eco de aquel famoso “No es no” que fue la banda sonora del calvario que le hicieron pasar a Pedro Sánchez.