La Justicia sigue su curso. Paso a paso, pero implacable. Puigdemont ha sido detenido en Alemania y, previsiblemente, pronto estará a disposición de la justicia española. Como el resto de los fugados, incapaces de aceptar su responsabilidad y afrontar las consecuencias de sus decisiones. Su delito es muy grave, un intento de golpe de estado contra un Estado democrático.
Tendrán un juicio justo, porque la justicia española ha demostrado reiteradamente en los últimos años que todos somos iguales ante la ley, que los jueces son independientes y que nuestras leyes son, incluso, excesivamente garantistas para los acusados.
Más vale un culpable libre que un inocente en prisión, aunque muchos prefieran lo contrario. Carles Puigdemont y su equipo tendrán que enfrentarse a los hechos que se prueben y asumir el castigo que les imponga la justicia. O la declaración de no culpabilidad si así lo estiman los jueces.
Puigdemont, como Marta Rovira, Anna Gabriel y todos los fugados han tratado de eludir la responsabilidad de sus actos. Han tratado de eludir la justicia, pero eso es cada vez más difícil en una Europa democrática cuando alguien intenta destruir esa misma democracia saltándose las leyes, mintiendo a los ciudadanos y utilizando fondos públicos para esa secesión.
Han montado un esperpento que debería avergonzar a sus propios votantes. Creyeron que podían engañar a muchos y que, en ese juego, el Estado se asustaría. Ya saben que no es así. Ahora, simplemente hay que dejar actuar a la Justicia. Sin presiones por uno u otro lado, con libertad, con rigor y con diligencia. Tendrán una defensa justa, un juicio justo y una sentencia ajustada a Derecho.
Pero que actúe la justicia no significa que la Política, con mayúsculas, tenga que seguir aparcada, como hasta ahora. Haya o no un Gobierno sin imputados, haya o no elecciones en un par de meses, pase lo que pase con quienes agitan interesadamente el movimiento independentista, tanto el Gobierno como los partidos constitucionalistas tiene que dar un paso al frente y volcarse en explicar a los ciudadanos de Cataluña que hay un proyecto común, una manera común de afrontar un futuro mejor para todos. Y que ese futuro mejor, real, con datos, solo es posible si seguimos caminando juntos. Hay que superar el problema catalán para poder afrontar los grandes retos de esta sociedad en cambio acelerado.
Hay que desmontar los engaños de estos años con ofertas entendibles, con un diálogo franco entre las gentes de buena voluntad de ambas partes, que las hay, y que, seguramente son mayoría. Hay que desmontar el independentismo interesado de los sentimientos creados desde la mentira para volver a una convivencia positiva, que fue santo y seña de la Cataluña más avanzada.
Ya no es posible volver atrás. Unos deben saber que ni es democrático ni es posible construir nada desde la ilegalidad permanente. Otros deben demostrar que juntos somos mucho más fuertes y más libres. Juntos somos más.