Gerberto de Aurillac

A mediados del siglo X, el conde Borrell unificó bajo su mandato varios condados pirenaicos, restos del antiguo dominio carolingio. Así convirtió al condado de Barcelona en uno de los núcleos más fuertes y activos de la Reconquista. Este conde Borrell, nieto del mitificado Wifredo el Velloso, era un hombre culto y religioso. Durante un viaje que hizo a Aquitania para casarse, aprovechó para ir a visitar la tumba de San Gerardo en el monasterio de Aurillac.
Allí fue muy bien recibido y le hablaron de un joven novicio de extraordinaria inteligencia, que se llamaba Gerberto y estaba deseoso de estudiar ciencias y artes. Este aspirante a monje se convertiría con el tiempo en un gran sabio, que además fue el Papa del año 1000, con el nombre de Silvestre II. Tuvo varios discípulos, pues esto de la sabiduría, aunque muchos no lo sepan estaba bastante de moda al final del primer milenio de la Era cristiana. Y más que se iba a poner con el nacimiento de las escuelas urbanas y de las universidades durante la Plena Edad Media.
En todo caso, Gerberto le contó a uno de sus discípulos, que se llamaba Richer de Reims, que cuando el conde Borrell de Barcelona estuvo en Aurillac, siendo él muy joven, casi un niño, el abad del monasterio le preguntó al conde que “si había en España hombres muy instruidos en las artes”. El bueno de Borrell que sabía perfectamente a qué ámbito geográfico, cultural e incluso político pertenecían sus territorios, contestó que sí, que en España y en sus propios territorios había gente sabia y preparada. Por lo que nos cuenta Richer en su Historia no se puso hacer disquisiciones sobre si estaban en Cataluña o en algún otro lugar de la Península, entre otras cosas porque el nombre de Cataluña es muy tardío, del siglo XII.
Así que Borrell se trajo a Gerberto a España, concretamente a Vich, donde el obispo Hattón había fundado una escuela muy importante, sobre todo en las ciencias del cuadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música). Además el joven monje aquitano pudo visitar el monasterio de Santa María de Ripoll, que tenía muchísimos manuscritos literarios y científicos. Incluso cuenta la tradición, aunque de esto no estamos tan seguros, que por consejo de los monjes de este último monasterio, Gerberto llegó a viajar a la Córdoba Califal, el centro del saber más importante de la época.
Y es que tanto Gerberto como Borrell, monje y guerrero respectivamente, a pesar de vivir en eso que tantos ignorantes contemporáneos llaman “la oscura Edad Media”, eran personas de amplios horizontes, verdaderos amantes de la sabiduría y de la verdad. También de la verdad histórica, respaldada por las fuentes, que nos trasmiten muchas informaciones clarificadoras.
 

Gerberto de Aurillac

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