Ya les adelanto mi línea de pensamiento. Soy un admirador de Gran Bretaña, aunque me pese decirlo. Me gusta su lengua, aunque la misma sea más pobre que la castellana o gallega. Siento una profunda envidia de su patriotismo, el cual se encuentra al margen de cuestiones ideológicas. El respeto a sus muertos en diversas guerras, me conmueve. Todos los meses de noviembre el país entero se coloca una escarapela roja con un punto negro que representa a sus caídos en combate; son los famosos “Poppies”.
Da lo mismo que se trate de fallecidos en Afganistán hace una semana o los caídos en la batalla de Trafalgar hace más de doscientos años. En la zona antigua de Portsmouth tienen una efigie de lord Nelson que es cuidada y respetada por todos. En Ferrol hay un obelisco que homenajea a Churruca y a los ferrolanos muertos en el mismo combate y es un auténtico desconocido entre la ciudadanía.
Adoro su urbanismo, sostenible, respetuoso con el medio ambiente y sus ciudadanos. Su arquitectura es uniforme y ordenada, incluso la nueva construcción imita lo tradicional. En las calles inglesas es muy difícil ver un bache y hasta su aglomerado asfáltico tiene diversas tonalidades perfectamente conjugadas.
En Galicia todavía se sigue la cultura –yo diría la incultura– del “ti vai facendo”, en materia de construcción. Me divierto con su fútbol. Tienen las mejores primera, segunda, tercera y cuarta divisiones de Europa. Allí cada uno es del equipo de su ciudad y los campos están llenos en cualquier categoría, en cualquier horario y con todas las condiciones climatológicas. Aquí, el cemento en las gradas nos demuestra todo el camino que nos queda por recorrer.
Y por último, me sobrecoge su respeto institucional. La autoridad democrática –son el sistema parlamentario más antiguo del mundo– no está puesta continuamente en duda. Sería inimaginable en un acto de proclamación de un presidente o la conmemoración de su Carta Magna, la inasistencia de los representantes políticos de la oposición. Ellos saben distinguir perfectamente entre la lucha partidaria –famosas son las interpelaciones en la Cámara de los Comunes– y el respeto a sus instituciones. Y continúan siendo una potencia mundial. Aprendamos algo, que aún estamos a tiempo. Eso sí; Gibraltar español.