Humildad y soberbia en la política

Escribía hace dos semanas en esta misma tribuna sobre el análisis que de los resultados electorales están haciendo en Podemos y en su filial gallega de las Mareas podemitas.
No ha evolucionado gran cosa desde entonces: la culpa es del voto del miedo, -dicen- y de la gente mayor, de “este país que es una vergüenza” y, en general de “el pueblo”, ese tótem adorado que hace seis meses era sabio y hoy pareciera que ya no sabe nada. Puedo ponerme en la piel de mis rivales: tras las municipales de mayo en el PP también sentimos el sabor amargo de sentir el abandono de parte de nuestros votantes. Sin embargo nuestra respuesta fue bien distinta a la que hoy vemos en Podemos. Nosotros no decidimos echarle la culpa a quienes no nos habían votado sino hacer autocrítica sobre por qué no habíamos sido capaces de atraerles. Y tras las municipales llegó el cambio. Pero no a los ayuntamientos de Podemos, sino al PP y a la Xunta: ponencia política, renovación de estructuras, ley de transparencia, plan de lucha contra la desigualdad económica, censo de viviendas vacías, Nueva Agenda Social, ley del suelo, superávit de responsabilidad… La ciudadanía ha percibido un año de cambio, sí. Pero no en quienes agotaron sus ansias en cuanto se hicieron con el bastón de mando sino en quienes entendieron y asumieron las causas y los motivos de la insatisfacción de sus votantes. Las Mareas vieron en su llegada al poder una relajación en lugar de una responsabilidad. “Ya está hecho”, pensaron. Y esa soberbia ha supuesto su declive político, en menos de un año. El PP de Galicia vio en su victoria de las municipales un acicate para mejorar. “Todo está por hacer”, pensamos. Y esa humildad nos ha devuelto la confianza de la gente. Por eso, el domingo 26J, el PP subió 39.000 votos enn Galicia, mientras los partidos de la oposición perdían más de 100.000 apoyos. Por eso, tras unas elecciones en las que incrementamos apoyos, tenemos más claro que nunca el mensaje que recibimos. No habría peor error que convencernos de que ya hemos mejorado lo suficiente y de que nuestros errores ya han sido perdonados. Aprendemos de los errores propios y de los ajenos. Hemos visto lo que ocurre a quien se acomoda en la victoria y no estamos dispuestos a correr la misma suerte de las Mareas. Este impulso nos da un único mensaje: “adelante, sigan mejorando, eso es lo que les hemos pedido”.
 

Humildad y soberbia en la política

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