No es sainete, es tragedia

Dice Borrell que si calificara como “golpe de Estado” la maniobra del sector crítico para forzar la dimisión de Sánchez habría que concluir que el “putsh” ha sido obra de un sargento chusquero. Obra de alguien que –según Borrell– no se habría leído los estatutos del PSOE que ante la dimisión de la mitad más uno de los miembros de la Comisión Ejecutiva, no contemplan el cese del secretario general sino la convocatoria de un congreso extraordinario. 
Según el exministro, habría sido el apresuramiento al interpretar el reglamento lo que habría precipitado la situación de caos en la que se encuentra el PSOE. Quizá sea un exceso hablar de caos porque este término no deja de transmitir una sensación de grandeza. Otros observadores hablan de sainete. Un sainete que provoca vergüenza ajena. El espectáculo que están dando los dirigentes es penoso. Estamos ante una lucha de poder no asumida como tal. A Pedro Sánchez le eligieron en un congreso, pero su liderazgo no cuajó. El factor humano, su frialdad en el trato personal, inmadurez política sumados a la oposición soterrada de Susana Díaz han creado las condiciones para desestabilizar su mandato. 
Las sucesivas derrotas electorales del PSOE y, sobre todo, la emergencia de Podemos han desembocado en una situación de la que este centenario partido se puede resentir. No hay exageración en la advertencia. U hoy en la reunión del comité federal pactan una tregua o en las casi seguras elecciones generales del 18 de diciembre el PSOE puede pasar a ser un partido marginal cediendo a Podemos el liderazgo de la izquierda y regalando al PP la definitiva mayoría parlamentaria para que Rajoy siga en La Moncloa. 

No es sainete, es tragedia

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