EUROVEGAS

Tengo altas expectativas respecto a ese universo de diversión sin fin que será Eurovegas. Ya me imagino deslumbrada por las luces chispeantes de la versión castiza del Caesars Palace. Las bellas romanas, túnica sugerente y cinta dorada recogiendo la melena, transformadas en simpáticas mozas vestidas de lagarterana. El coliseo que alberga el teatro en el hotel estadounidense reconvertido en plaza de toros, con posibilidad de salida por la puerta grande para el artista. Los espectáculos de Cher, Elton John o Celine Dion palidecerán frente a los de Sara Montiel, la Pantoja o Mario Vaquerizo y sus Nancys Rubias. Habanos humeantes, batas de cola y ambigüedad ochentera enfundada en pantalones de vinilo. Inmejorable. Y con apariciones estelares de la Terremoto de Alcorcón, aprovechando que el complejo le queda al lado de casa.

Casi puedo ver a las parejas de alemanes, cogidos de la mano y mirándose con arrobamiento –o quizá con los ojos bizcos por efecto del alcohol– mientras esperan su turno en la entrada de la capilla de bodas, donde una Lola Flores con competencias notariales culminará la ceremonia con un inolvidable “si me queréis, irse”.

Triunfar en Eurovegas será el nuevo sueño de los quinceañeros. Ellas se irán a dormir pensando en ser primera bailarina del cabaret más famoso del lugar, tirando por las escaleras a la estrella del local si es necesario, como en aquella película. Ellos fantasearán con conducir limusinas hasta que una noche de suerte en la ruleta les haga millonarios. Las historias de muchachas inocentes de un pueblecito del sur que se montan en un autobús con una maleta cargada de ilusiones inspirarán a un moderno director de cine que conmoverá a crítica y público con una opera prima merecedora del Goya.

Las despedidas de soltero ya no se concebirán en otro lugar. Las grandes empresas celebrarán allí sus convenciones. Igual que los aficionados a los cómics. Los aventureros recorrerán en coche la Nacional IV, del paraíso del mar a la meca del entretenimiento. España ya no será fútbol y playa.

Este Adelson es un visionario. Mucho más que el que proyectó el aeropuerto de Castellón.

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