Rectificar es de sabios

Al poeta británico Alexander Pope se debe la frase “errar es humano, perdonar es divino y rectificar es de sabios”. Esta última expresión “rectificar es de sabios” merece, para su más exacta comprensión y significado, completarse añadiendo a la voluntad de rectificar, la idea de hacerlo a tiempo, es decir, oportunamente.
Si la rectificación se hace a “destiempo” o tardíamente, no se evita ni interrumpe el daño producido o que se esté produciendo.
Se nos podrá rebatir diciendo que “más vale tarde que nunca” y que es preferente esa actitud, aunque tardía, a la de “mantenella y no enmendalla”; pero hay casos en los que las circunstancias exigen una rápida rectificación para evitar que se produzca el daño o paliar sus efectos.
La sociedad progresa rectificando sus propios errores o, dicho en román paladino “desfaciendo entuertos”.
En situaciones de emergencia social no es admisible la política del avestruz de “esconder la cabeza debajo del ala”, ni tampoco la resignación de “al mal tiempo buena cara”. Ninguna de ambas actitudes exonera a los políticos de su responsabilidad de velar por el progreso y bienestar de sus ciudadanos.
Rectificar a tiempo es reconocer el error y ser consciente de que algo hemos hecho o estamos haciendo mal. Si “errar es humano”, como decía Pope, persistir en el error, una vez conocido, no tiene perdón ni excusa alguna.
Cuando los efectos de una medida o decisión política resultan negativos o desfavorables, su rectificación no admite dilaciones ni demoras. Si una nave va a la deriva, sin rumbo, con riesgo para la travesía y peligro para sus tripulantes, “actuar a tiempo” es hacerlo “directamente sobre la marcha” para enderezar el barco y evitar el naufragio.
No reaccionar a tiempo o no hacerlo pensando que “detrás del temporal viene la calma” es un grave pecado de omisión en el que no puede caer un político responsable del gobierno de sus ciudadanos.
La buena política, a diferencia del buen vino, no mejora en el sosiego de la bodega, ni con los años de conservación y reserva. La política empeora cuando envejece y deja de resolver los problemas y necesidades diarias y urgentes de la sociedad.
El apóstol Lucas decía que “el vino viejo es mejor”; pero esta máxima es nefasta para la política. La política no puede dejar pasar el tiempo; antes al contrario, debe actuar a tiempo y, sobre todo, cuando sea necesario, saber rectificar a tiempo.

Rectificar es de sabios

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