Presionar a Rivera

s lógico que Rivera reciba presiones para que reconsidere la negativa de Ciudadanos (57 diputados) a apoyar la investidura de Sánchez evitando así que salga adelante con los votos de Podemos y los partidos separatistas catalanes. Recibe presiones procedentes de diversos sectores de la sociedad. No sólo de algunos de los ejecutivos de las empresas del Ibex.
También Iglesias apela a los líderes de CCOO y UGT para que presionen a Sánchez para que le nombre ministro. La diferencia, a la hora de analizar unas y otras iniciativas, es que lo que hace y dice el enos medios de comunicación con complacientes analistas mientras que al presidente de Ciudadanos no le pasan ni una. Hay dos pesos y dos medidas para enjuiciar los asuntos de la política española en función de los intereses de cada partido o en su caso cada medio de comunicación.
Son pocos los medios que le recuerdan a Iglesias sus contradicciones: ayer dinamitero de la Constitución, hoy misionero de la Carta Magna. A Rivera se le recuerda que Cs cambió su matriz original socialdemócrata para definirse como liberal, decisión que invita a su críticos calificarle de político veleta.
En relación con la cuestión de fondo tampoco sería una novedad que ante la evidencia de la aritmética parlamentaria algún político se viera obligado a reconocer que “dónde dije digo, ahora digo Diego”. Y no es para rasgarse las vestiduras. Ante la insuficiencia del Grupo Socialista si Rivera pacta con el PSOE para evitar que lo haga con Podemos y los separatistas, no sería ni un drama ni un desdoro para el líder naranja.
Al contrario, si de esa alianza surgiera un Gobierno sería una noticia excelente. El supuesto coste de imagen que tendría que pagar Cs tras semejante cambio no pasa de ser una conjetura repetida de manera interesada por determinados medios y analistas. Cuando Churchill anunció que cambiaba de partido para no cambiar de ideas, algunos críticos llegaron a decir que se había acabado su carrera política. No había hecho más que empezar.