La llegada de la pandemia relegó de los medios de comunicación los delirios del independentismo catalán que tenían saturada a la sociedad. Pero Cataluña siguió ocupando espacios con el coronavirus por los líos del independentismo, el histrionismo de Torra y Puigdemont, el indulto a los políticos presos, los desafíos de Rufián, la marginación del castellano …
Últimamente también fue noticia la Universidad de Barcelona (UB) que acaba de elegir Rector a un candidato apoyado por la Asamblea Nacional Catalana, la entidad que representa la línea dura del independentismo que ya preside la Cámara de Comercio de Barcelona y ahora toma el control de la institución docente.
Nada que objetar a esa elección, es lo que quiso la comunidad universitaria. Pero muchos docentes y estudiantes piensan que la vinculación al independentismo más radical puede significar el comienzo de la degeneración académica de la UB que dejará de ser el ámbito plural de intercambio de ideas en libertad que debe caracterizar a estas instituciones.
Hay un precedente muy significativo. En octubre un Juzgado de Barcelona condenaba a la UB por vulnerar la neutralidad ideológica con el Manifiesto de rechazo de las condenas de los presos políticos catalanes, aprobado por el claustro al conocer la sentencia del Tribunal Supremo que condenaba a varios líderes independentistas por los hechos de octubre 2017. El manifiesto rechazaba la sentencia, exigía “la inmediata puesta en libertad de las personas injustamente condenadas” y reivindicaba el derecho de autodeterminación.
En paralelo, la UB contempló con benevolencia la huelga de los estudiantes contra la sentencia y dispensó a los huelguistas de la presentación de trabajos y de la evaluación continuada por una única prueba final. Adulterando el proceso de evaluación enviaba a los estudiantes y a la sociedad el mensaje de que en Cataluña el mérito y el esfuerzo se demuestran en las barricadas y el aprobado se gana “levantando adoquines y lanzándolos contra los policías”. El rector que secundó aquel manifiesto y autorizó relajar el nivel académico de exigencia era el otro candidato, derrotado en este proceso electoral “¡por su poca adhesión al proceso independentista!”.
La Universidad, escribió don José Ortega, “es la institución más importante que la sociedad se dio a sí misma” y de su nombre se deduce que debe ser un “campus” integrador, abierto a las universales corrientes de pensamiento y libre de hipotecas políticas. Pero en Cataluña el independentista invade todos los espacios. Incluida la UB que con esta deriva nacionalista reemplazará la razón por el fanatismo y perderá su condición de universidad de referencia. Una pena.