Nueva paleta de colores

En aquella sexta carta abierta, dirigida en agosto de 2014 a Felipe VI, sobre los partidos políticos deseables para la nueva transición generacional, en la que yo decía: “Serían suficientes cinco partidos ideológicos, con dos o tres corrientes de opinión interna que los delimitase dentro, por su izquierda y por su derecha Todos tendrían obligatoriamente el alcance y carácter Estatal, al servicio de los ciudadanos soberanos de esta monarquía renovada para un tiempo nuevo…”
Pienso que el proceso de la nueva transición generacional se alargó demasiado, en mi opinión no debería haber superado las seis legislaturas de cuatro años, pues ciertas reformas necesarias de nuestra Constitución y Ley Electoral se habrían podido realizar adecuadamente en época de bonanza económica, y también de mejores momentos políticos territoriales. Actualmente, el bipartidismo decimonónico que, hemos vuelto a vivir en estos cuarenta años, se alargó demasiado y estamos pagando las consecuencias del egoísmo y la avaricia partidista de ambos, enfangados en una incontrolada corrupción, donde nadie asume devolver lo robado y, con unas estructuras internas lamentablemente sin demócratas. Es evidente que, no se trata de cambiar solamente en el liderazgo a los seniors por junior, se trata de encontrar cuadros de personas con formación y convicción cultural democrática, es decir se necesita una transición con demócratas de verdad para consolidar esta actual democracia de papel mojado.
El periodismo, actuando pedagógicamente en los medios de comunicación, debería renovar el lenguaje político para esta Era Digital, y evitar el lenguaje del pasado, el de las dos Españas: derechas e izquierdas, bandera republicana y bandera nacional (república y monarquía), frente popular y movimiento nacional, fascistas y golpistas... Ese lenguaje, refuerza y mantiene el bipartidismo rancio e insultante que se resisten en abandonar los caciques de la vieja casta, enrocados con sus ejércitos lacayos de estómagos agradecidos dispuestos a la pelea estéril. Abiertas ya oficialmente en forma democrática las cinco posibles alternativas ideológicas, no se debería consentir que unos definan a los otros, y si en lograr que su empeño se centre en definirse, asimismo presentando los argumentos reales que aclaren su identidad.
Que no se molesten, que por sus obras ya conoceremos a los nuevos, pues a los viejos ya los conocemos. El llamamiento a formar grupos antifascistas y rodear los parlamentos, como sucedió en Andalucía, demuestra volver al talante beligerante de las dos Españas, al no reconocer el modelo legal y el romper la baraja cuando no resulta favorable el resultado. Incluso, para los que ya tenemos cierta edad, nos recuerda las viejas tácticas del movimiento nacional, pero ahora con otro color, aquellos que fletaban autobuses para llenar la Plaza de Oriente. Se comprende que esos supuestos cuatro mil lacayos de la administración paralela, que todavía no es claro que vayan a perder su puesto de trabajo, se hayan puesto nerviosos y se agarren a su bocadillo. En España, hemos vivido otros cuarenta años, con aquel ejército de ocupación que ganó una guerra civil. Pero, es que el bipartidismo también creó su nuevo ejército de ocupación. El cambio a la Era Digital, a muchos les ha pillado mal y, están tratando de redefinirse, pero en España con el modelo decimonónico de la anterior transición, nos toca vigilar de cerca la innovación de los nuevos líderes en los partidos, para no volver a quedarnos con siglos de atraso público estructural.
Los actuales populistas radicales que, recogieron por un lado el cabreo y descontento de la crisis económica (mejor dicho, de un cambio de era reflejado en el 15 M), ya vemos hoy como en cinco años alcanzaron su grado de descomposición y oportunismo. Otra nueva casta que por sus obras ya los conocemos. Probablemente, pocos de esos líderes se dieron cuenta de que fueron utilizados para crear el otro populismo radical que nace ahora, porque siguen cabreados muchos votantes que no obtuvieron todavía justicia estructural, por parte de ningún partido, y eligen esperanzados un nuevo partido desgajando de otra formación de elementos que pertenecían a una corriente más exigente y, que por laxitud en los asuntos de Cataluña y la desigualdad entre autonomías se sienten abandonados, y de igual manera vota cabreada a otro color teóricamente igual de radical que el anterior, pero de signo contrario.
Si el partido de centro fuera capaz de definirse claramente como eje equilibrado, y no permitiese hablar ni de centro derecha ni de centro izquierda, lenguaje manipulado por el bipartidismo de la anterior transición, por ser sin duda el lugar donde posiblemente se encontraba la gran masa del voto en España, y por eso estratégicamente lo manipularon, y se arrogaron ambos al centro.
Estaremos en el buen camino si un renovado Consejo de Estado eficiente, elegido por meritocracia, decidiera controlar el futuro de esta nueva paleta de colores, modernizando estructuralmente las administraciones públicas, y obligara legalmente a cada partido a cumplir según quién es y, lo que quiere hacer, además evitando su única ansia de tocar poder solamente para ocuparlo su casta, y así continuar con las mismas corruptelas, bien protegidos por sus nuevos ejércitos de ocupación, tendríamos futuro. De lo contrario, seguiremos cargando con esta cruz secular, aunque se la llame democrática.
 

Nueva paleta de colores

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