Sa prevalencia de la mentira en política se explica, en gran medida, por la gran cantidad de gente que hay dispuesta a creerse cualquier cosa, a condición de que sea inverosímil. También, claro, por el refuerzo de las opiniones propias que supone la mentira que desacredita las opiniones contrarias, por la incapacidad generalizada para discernir lo verdadero de lo falso, y por ser esto, como producto procesado, de más fácil y económico consumo que aquello. Sea como fuere, lo único que se puede dar por cierto es que casi todo es mentira.
Pero siendo la mentira el lubricante de las relaciones sociales, y no digamos de sus redes, en la política electoralista, que es el lubricante de los lubricantes, alcanza lo “fake” cotas inmarcesibles. La mentira política, con sus tradicionales anexos del infundio, el bulo, la insidia y la calumnia, más las nuevas tecnologías que facilitan su creación, su gestión y su tránsito, es lo que nos espera en los próximos meses como si hubiéramos tenido poca ración de ella en los últimos años, pero en esto, como en todo, hay gradaciones y calidades.
No es lo mismo, siendo mentira todo, ganar una moción de censura diciendo que es para convocar elecciones y luego resistirte como gato panza arriba a convocarlas, que asegurar que el que tal hace es, por ello, un felón, un bastardo (ilegítimo), un golpista y un vendepatrias.
En la terna de jóvenes que se postulan para hacerse con el gobierno tras el 28-A, resulta complicado, si es que no imposible, señalar a alguno que no nos haya intentado colar trolas descomunales. Sánchez, Iglesias, Rivera, Abascal y Casado, en efecto, se han dicho y desdicho tanto pese a su somera edad, han mentido tanto en tantas cosas por decirlo llanamente, que las adhesiones que conciten lo harán partiendo de la aceptación de la mentira como norma de uso y única regla del juego, si bien sorprende que entre tantos fenómenos sobresalga uno, Pablo Casado, que pese a ser el último en llegar se ha revelado como un fabulador extraordinario.
Solo Torra/Puigdemont, dos pesos pesados en esto de mentir como si no hubiera un mañana, alcanzan a duras penas su capacidad de fabricar alegremente falsedades. Es natural que esta gente que se comunica por tuits discurra como discurre por los territorios del fake. Es tan natural, y esa es la pena, como ominoso.