No sin mi móvil

Pertenezco a la generación que se quedó a caballo entre los que creen que los datos móviles son información sobre el terminal que tienes y los que al nacer en vez de un pan debajo del brazo traen un iPad. Ni tanto ni tan calvo, oigan. 
Yo, como toda mi quinta, estoy acostumbrada a llevar el móvil a todos lados, opero con él en mis cuentas de banco, tiro de Google Maps cuando no conozco la ciudad, reviso compulsivamente InstagramStories, vacilo a Siri un poco si me aburro, mando Whatsapps hasta pa decir que he estornudado, pero... no llamo nunca. Éa, ole tú Irene. Además, mi teléfono lleva en modo silencio desde 2010, porque esto es muy triste pero ahora que tenemos todo a nuestro alcance, mantenemos el tono de llamada que viene predeterminado y el fondo de pantalla, el que mande la marca en cuestión. Así de dejaos somos. Eso sí, cuando la tecnología era una basura y personalizar los sonidos del móvil costaba un dineral, nos gastábamos la paga de la semana para que cuando llamase tu madre, sonara la última de Upa Dance. Hasta pensábamos en el prójimo y contratábamos un “yavoy” que era como la música de espera que pone la Renfe cuando todos sus operadores están ocupados. Por favor, manténgase a la espera. O ahórquese, que será lo mejor para cuando le llegue la factura telefónica. 
Pero decía, que hace la tira, mandabas un SMS al 7447 para poner de fondo de pantalla una imagen en blanco y negro pixelada. Porque tenía muchísimo sentido, claro. ¡Qué nostalgia de todo por favor! Esa sensación de colapso por embolia que te daba cuando Movistar anunciaba que ese finde eran las “horas felices”. 
Pero no se crean que es oro todo lo que reluce, el karma nos está devolviendo ahora todas las tontunas de entonces, obligándonos a ayudar a nuestros padres a actualizarse. ¿Se han visto alguna vez en la tarea? Preguntas del tipo: Irene ¿Tú también tienes Google?, Irene ¿Cómo se ponen las mayúsculas?, Irene ¿Las rayitas azules del Whatsapp para qué sirven?, Irene ¿Qué es Youtube? Y no les cuento nada de los dolores de cabeza que me da el texto predictivo, porque una vez mi madre me escribió “Good morning” y a mí me llegó: “Todo mondongo”. Señor... ¡llévame pronto!
 

No sin mi móvil

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