Ábalos le coge gusto al columpio

JOSÉ Luis Ábalos era un perfecto desconocido hasta que Pedro “La Sonrisa” Sánchez lo adoptó como perro de presa y lo nombró secretario de Organización. A partir de entonces inició una brillante carrera, propia de una estrella del canódromo, al frente de la jauría, pero el pobre ya está quemado y parece carne de protectora. Y lo peor de todo es que él mismo es quien más hace por inmolarse. Se dice y se desdice con una soltura pasmosa. Fue capaz de asegurar que con los independentistas “ni a una moción de censura” y, derrocado Rajoy, afirmar: “Aliados, aliados, no somos”. Este mes lo inició anunciando la imposición de peaje en las autovías y lo acabó calificando de “cuento de agosto” el cobro de la tasa. Pero ha aprendido a socializar y ya no solo se desmiente a sí mismo, sino que sus propios compañeros del Consejo de Ministros desmontan sus teorías. Dio la bienvenida a la campaña , porque “solo procura bienes” y al instante la ministra portavoz, Isabel Celaá, proclamó que de elecciones nada de nada. En fin... 

Ábalos le coge gusto al columpio

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