el nombramiento de Borrell como ministro de Asuntos Exteriores es un acierto por parte de Sánchez. Inicia un rodaje como presidente del Gobierno tan lleno de asechanzas que a juzgar por algunas de las reacciones a la primera decisión que ha tomado, no le van a dar ni un día de respiro algunos de los partidos que le facilitaron la llave de La Moncloa votando favorablemente la moción de censura.
Los primeros en arremeter contra Borrell han sido los separatistas. Le ha acusado de todo, “sembrador de odio contra Cataluña” ha dicho el prófugo Puigdemont. Es el mundo al revés. Los supremacistas disparan contra quien les puso en su día contra el espejo al desmontar en un libro de lectura imprescindible (“Los cuentos y las cuentas de la independencia”) que el discurso victimista de los secesionista, “España nos roba” (Artur Mas, Oriol Junqueras), era una falacia construida alrededor de una mentira mil veces repetida. Nunca le perdonarán haber dejado en ridículo a Junqueras por aquel entonces vicepresidente de la Generalitat en un debate que todavía circula por la red. Borrell, ingeniero aeronáutico, doctor en Economía, experto en matemáticas empresariales, fue ministro de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente en el último Gobierno de Felipe González. Después ha sido presidente del Parlamento Europeo y antes, vencedor en unas primarias como aspirante a la secretaría general del PSOE. Borrell, al igual que años después le ocurriría a Sánchez, también fue posteriormente defenestrado por el sanedrín de partido.
Es un hombre de formación rigurosa y principios anclados en la socialdemocracia clásica. Quienes desde el nacionalismo heredero de los tics carlistas le atacan tildándole de “jacobino”, (como lo ha hecho el diputado Campuzano del PdeCAT) ignoran que este término habla (bien) de quienes defienden a ultranza la democracia política y todas las libertades democráticas. Que les moleste que además, en sintonía con la herencia de la Revolución Francesa, apareje una visión del Estado como instrumento para garantizar la libertad, la igualdad y el amparo a los más débiles, pues no parece mala tarjeta de presentación. Que hayan salido a insultarle antes incluso de que haya tomado posesión del cargo, arroja luz sobre las trabas y hasta celadas parlamentarias que tendrá que sortear Pedro Sánchez sí quiere culminar con algún éxito lo que queda de legislatura. Pero de momento, contar con Borrell es un acierto. Dentro y fuera de España.