Los resultados obtenidos por los partidos separatistas en las elecciones catalanas no anuncian nada bueno para la estabilidad de la política española. Aunque el PSC ha sido la lista más votada, sí los independentistas llegaran a ponerse de acuerdo entre ellos, con el apoyo de la CUP, alcanzarían la mayoría en el “Parlament”. De ser así, volveríamos a la casilla de salida y al torbellino que en 2017 cristalizó en el referéndum ilegal y la declaración unilateral de independencia. Pero ahora con un Gobierno de coalición en España en el que uno de sus componentes (Podemos) apoya la consulta de autodeterminación. No digo que vayan a rodar las cosas por esa vía, lo que subrayo es que a los separatistas les saldrían los números.
Otro escenario al que sin duda va a jugar Pedro Sánchez sería reeditar la experiencia del “tripartito”. Exigiría el sacrificio de Salvador Illa, el vencedor de los comicios que debería ceder a Pere Aragonés, el candidato de ERC, la presidencia de la “Generalitat”. Con el apoyo de los comunes la fórmula saldría adelante.
Tras conocer los resultados Aragonés anunció en tres idiomas estar dispuesto a proclamar la República catalana, pero al tiempo reclamaba una amnistía para los condenados por sedición. El primero de todos su jefe, Oriol Junqueras.
En el calor de la noche electoral se dicen cosas que luego se olvidan o se corrigen. Y quien tiene la llave no de la amnistía -prohibida por la Constitución- pero sí del indulto conseguido tras los pertinente ajustes en el Código Penal son Pedro Sánchez y de su ministro de Justicia. Me inclino a pensar que al final el tripartito podría salir adelante. Por otra razón, Sánchez seguiría contando con el apoyo de ERC en el Congreso durante el resto de la legislatura.
El éxito de Vox traduce el desamparo de quienes en Cataluña se sienten abandonados y explica la debacle de Ciudadanos y el hundimiento del PP. En ambos casos a resultas de falta de liderazgo y a notables errores de campaña. Asomada al abismo, a Inés Arrimadas el vértigo que supone haber perdido una treintena de diputados le impide reaccionar con coherencia política. La situación de Pablo Casado es más compleja y habrá que analizarla por separado. En resumen, malas noticias para la estabilidad política de España.