Carlos Alberto Fernández
A Coruña, 16 abr (EFE).- Las medidas restrictivas por la enfermedad por coronavirus (Covid-19) obligaron a Parrillada Barral, un negocio que llevaba abierto desde 1980, a cerrar sus puertas al público, como le ha pasado a la mayor parte de los negocios hosteleros del país, y aplicar un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), pero eso no ha apagado la llama de la solidaridad en su cocina.
El restaurante está cerrado, pero Javier Barral sigue cuidando a algunos de sus clientes más fieles, esos héroes que estos días recorren las carreteras para asegurar a la población el suministro de alimentos y otros productos de primera necesidad.
El aparcamiento de este negocio de Coirós (A Coruña), próximo a la autovía del noroeste (A Coruña-Madrid), sigue recibiendo a algunos de esos camioneros que en sus rutas apenas encuentran sitios donde conseguir un plato caliente.
Es entonces cuando Javier Barral sale de su casa, al lado del restaurante, para ofrecerles gratuitamente el menú del día que prepara para su familia.
"Son clientes de toda la vida, nos conocen de siempre, vienen por la noche y les doy lo que tengo. Nosotros cocinamos para casa y, como no sé hacerlo en pequeñas cantidades, siempre sobra y se lo ofrezco. Hoy, por ejemplo, macarrones a la boloñesa y pollo en salsa", explica a Efe.
Parrillada Barral "tenía bastantes previsiones en el negocio, todo en cámaras de conservación y en perfecto estado", así que por ahora ni siquiera ha planteado a sus proveedores que se sumen a esta iniciativa solidaria.
En la cocina y en la explanada del restaurante se mueve con seguridad. "Siempre cocino con guantes y mascarilla, como si estuviésemos abiertos. Ya no por ellos (los camioneros) sino también por mis hijos. Fuera, también uso los guantes y la mascarilla y mantengo la distancia", apunta.
Explica que "los camioneros llegan, aparcan" y él se acerca a la cabina del camión, "que son casi sus domicilios".
"Les digo lo que tengo para comer. Así pueden tomar algo caliente porque, como me decía uno de ellos, si no les va a matar el bicho, lo hará el colesterol, con lo que están comiendo estos días por ahí", arguye.
Aunque intentan pagarle, él no cobra. Cocina por solidaridad: "Por desgracia, he tenido que hacer un ERTE para los empleados. Yo soy autónomo, paré todo y tengo el negocio cerrado. Esto lo hago por echarle una mano a esta gente que lleva parando muchos años aquí y porque tengo la casa al lado".
La crisis sanitaria le ha obligado a bajar la persiana al negocio familiar que fundaron sus padres en 1980 y que, con ellos jubilados, gestionan él y su hermana desde 2001. "En casa estamos todos bien. Llevamos apartados del mundo desde el día en que nos mandaron cerrar", señala.
Dice que "no es el momento de mirar las pérdidas" que le ha acarreado la Covid-19 y observa con preocupación e incertidumbre el porvenir.
"Imagino que lo retomaremos poco a poco, con parte del aforo del local y medidas que tomar. Esto es fastidiado para todos", admite Barral, pendiente del parking para ofrecer su menú solidario.
Él lleva con discreción su iniciativa, no quiere fotos. Fueron los propios camioneros los que le dieron publicidad con mensajes de agradecimiento en las redes sociales.