En la imagen se aprecia perfectamente cuál era el mensaje con el que el llamado “grupo motor”, los tres más abajo –Carlos del Río, Jorge Suárez y Álvaro Montes– presentaba en 2015 a Ferrol en Común como un elemento social nuevo, capaz de modificar la tradicional escenografía política ferrolana. “Tes voz”. Claro y sencillo. Tanto que nadie hubiese podido en ese momento poner en duda que su propia razón de ser no hubiese sido otra que dar cabida a la diferencia y, con ello, al enriquecimiento, aunque no el material precisamente, sino el vocacional de todo movimiento en un momento en que Podemos generaba una marea todavía difícil de prever pero que se aventuraba intensa, se anhelaba fructífera y se demandaba eficaz y libre de las miserias ya conocidas de la clase política.
Solo que la foto no es de ese 2015, sino del pasado miércoles, cuando la asamblea de Ferrol en Común, con los mismos protagonistas en la misma mesa, acordaba, con solo tres abstenciones y un voto en contra, expulsar a la díscola Esther Leira, hasta mediodía de ayer responsable del Área de Obras del gobierno municipal que preside Jorge Suárez.
Treinta y nueve personas se sometían a un informe preliminar, no debatido por la propia asamblea sino sujeto a que esta se definiese sin tan siquiera matices. Tener voz, al menos para introducir una coma, un adverbio o una proposición, tan habitual como se sabe en la “casta política” denostada, y acuciada, por los escándalos de corrupción, también parece significar lo mismo en Ferrol en Común que para los demás. Solo que los demás, como bien dejó claro tanto el alcalde como el portavoz municipal, Álvaro Montes, en los días anteriores, lavan sus trapos sucios en su fuero interno y evitan la calle, esquivan la opinión pública o, simplemente, eluden las responsabilidades.
Bajo estos parámetros, después de todo, Ferrol en Común no parece diferenciarse mucho del modo de actuar de una derecha que, dicen, interfiere en la opinión pública y que, en consecuencia, determina que Pablo Iglesias –referencia también “común”– determine qué medios de comunicación o no pueden estar presentes en sus intervenciones, sean actos interno o públicos.
A más de uno no se le escapa que Ferrol en Común hubiese jugado un papel más activo, prolífico e inteligente desde la oposición. Siempre es más fácil desde ese lado, cuando la inexistencia de responsabilidades de gestión permite un juego intenso y agresivo contra el poder. Tal vez Suárez, transcurridos ahora dos años –la mitad– de su mandato, hubiese preferido estar frente el paredón y no delante de él. Dirá lo contrario porque eso es lo que se espera pero, sobre todo, porque entonces reconocería una derrota que solo él parece no ver.
Ferrol en Común es el grupo municipal que, en mayor porcentaje, ha visto modificada su propia composición. La mitad de los que tomaron posesión como ediles ya no están. Dos de ellas –no deja de ser curioso que también, como en el caso de Leira, sean mujeres–, María Teresa Riveiro y Eugenia Freire, se fueron hace tiempo, con más motivos la segunda, un tanto más que evidentemente decepcionada de un juego político que había presumido, erróneamente, que sería limpio.
Esther Leira está en su derecho de no entregar el acta para la que formó parte de una lista, al parecer consensuada –en la realidad los hechos demuestran que no tanto–, pero también es cuestionable una decisión que no concuerda con el objeto por el que fue elegida, que era el de estar unida a un grupo y unas siglas determinadas. Lo mismo podríamos decir de María Fernández Lemos o de Rosa Méndez, antes en las filas socialistas de Beatriz Sestayo y hoy en el gobierno tras la ruptura del pacto. La cuestión, sin embargo, es saber por qué motivos una formación que se dice abierta al diálogo y, en consecuencia –se supone– a la disensión como fuente de enriquecimiento político más que de ruptura ideológica, practica lo contrario de lo que siempre ha defendido. ¿Disientes? Entonces no existes.
Independientemente de lo que Leira decida sobre la apertura de una causa judicial para deslegitimar una asamblea tan escasamente participativa, la única conclusión posible es que Ferrol en Común no solo no ha podido, o no ha querido, afianzar su gobierno desde los mismos orígenes del pacto con el PSOE de Beatriz Sestayo. Vistas así las cosas, va a tener razón aquel que decía que, después de todo, parece que Sestayo no es la única culpable.
El gobierno de Suárez no se resquebraja. Seguirá. A nadie le interesa una moción de censura. Juega más a favor el desgaste de quien está en el poder que el esfuerzo de un simple debate plenario.
Quien en su momento sugirió que Ferrol en Común desempeñaría mejor papel desde la oposición dada su precaria necesidad de acordar un gobierno per se ya minoritario, no estaba errado. El paso del tiempo lo demuestra: en dos años ha sido incapaz, ya no de aprobar un presupuesto municipal, sino tan siquiera de elaborarlo. Las reiteradas promesas de avanzar en la remunicipalización de servicios se han revelado quiméricas, al menos a medio plazo; su propio mensaje sobre la derogación de la tasa del saneamiento fue ambiguo, sin dar a entender de forma clara y precisa que su intención no era eliminarlo sino, simplemente, modificarlo...
Pero sobre todo, si de gestión básica se habla, lo más clamoroso es que cualquier actividad rutinaria choca pasmosa y reiteradamente con la improvisación, con el rebacheo en vez de la cimentación y, en especial, con el tiempo siempre en contra, como se evidencia –por recurrir a algo de lo más reciente– en la necesaria dotación de material para los socorristas de los arenales.
Si alguien duda de que la acción ejecutiva y la actividad municipal está casi detenida en el tiempo es que no vive en la ciudad, que más sugiere padecer un permanente estado comatoso. l