Reportaje | “Hubo un momento en el que dije que esto tenía que acabar y abrí una ventana”

Reportaje | “Hubo un momento en el que dije que esto tenía que acabar y abrí una ventana”
Nueva sede de Alcohólicos anónimos en la calle Cúntis

“Me vi en un espejo, iba a ser Difuntos, tenía que ir al cementerio donde estaba mi madre y me vi con el vómito por encima, las cosas tiradas por el salón, mi hijo despertándome, me miré y dije: ‘esto tiene que acabar’. Y cogí el teléfono y pedí ayuda a la familia que me quedaba. Ellos me dijeron que fuera para Coruña que me iban a ayudar pero les dije que no, que necesitaba alguna persona que supiera lo que era, que no me valía que me encerraran en una habitación. Y llamé a asociaciones, médicos... todo lo que aparecía en Internet pero el día de Difuntos nadie trabaja. Entonces encontré un número donde están todos los días del año las 24 horas, porque yo podía beber por la mañana, mediodía o por la noche para poder dormir. Y a raíz de eso, mi vida fue cambiando poco a poco”.

Así relata Margarita una etapa de su vida. Ahora lleva cinco meses sin beber gracias al apoyo que encuentra en el Grupo 24 Horas de Alcohólicos Anónimos Ferrolterra pero su declive comenzó hace un año por culpa del alcoholismo, una enfermedad que todavía muchos desconocen y de la que se puede salir. “Si esto lo supiera mucho antes, cuando eres joven... Cuando te vas con tus amigos y te tomas una cerveza, mientras la de ellos aún no está mediada tú ya estás pidiendo la segunda. Son pequeñas señales que se muestran y que es importante ver para no degenerar a los extremos. Yo me di cuenta de que antes estaba sobreviviendo y ahora tengo una vida. Me siento muy bien y me enfrento a situaciones con esperanza”, señala Marga.

Pero para llegar a su situación actual tuvieron que pasar varios años de desesperación y problemas. Su primer contacto con el alcohol, como la gran mayoría, fue de joven y aunque comenzó a salir más tarde que el resto, para poder bailar o conocer a alguien en una discoteca la única solución que veía posible era la de beber. Poco a poco, cada vez que tenía un problema, se tomaba una cerveza para apaciguar la ansiedad y “lo iba controlando” y tras varias circunstancias ocurridas, como el fallecimiento de su madre por un cáncer y una situación personal que arrastró durante una década, “me vi con dos niños sola, que me acababa de separar, que había luchado mucho en mi vida y que no había conseguido nada; tenía un sufrimiento muy grande y no sabía cómo salir adelante”.


“Para poder dormir tenía que beber un poco, para enfrentarme a la mañana siguiente, también. Entonces eso fue creciendo a más y ya no lo controlaba. Me diagnosticaron estrés, maltrato, neurosis.. me dieron mil pastillas. Pero, ¿cómo vas a un médico y le dices que bebes?, Te da vergüenza, qué pensarán de ti, eres la típica madre borracha. Eso te empieza a generar una serie de complejos: “mala madre”, “gorda de mierda”, “mala persona”... Empiezas a pensar en el trabajo, en cómo vas a hacer con tus hijos. Y para pasar esa angustia tenía que beber”, explica.

Hasta que llegó un momento en el que pensó que eso se tenía que acabar porque a sus hijos les iba a pasar algo y llegó a plantearse que iban a estar mejor con una asistenta social. “Y abrí una ventana y me intenté tirar. No lo hice, gracias a Dios. Pero sí alguna medicación de la que me dieron la junté con el alcohol porque ya estaba desesperada. No podía salir de ese infierno, yo tenía las persianas bajadas, me consideraba mala madre, los niños no vinieron para sufrir, no quería que el mundo me viera más”.
Por suerte, hoy puede contar su experiencia y ayudar así a otros que están pasando por su situación para recordarles que hay salida y que lo importante es hablar los problemas y pedir ayuda a tiempo.
Hay luz al final del túnel
Manuel, por su parte, llegó al grupo tras intentar de todo para lograr desengancharse del alcohol y sin ser consciente de que estaba enfermo. “Yo pensaba que era un vicioso. Probé psicólogos, psiquiatras, terapias religiosas... pero nunca dejaba de beber porque realmente no sabía lo que me pasaba. Yo lo que veía era que echaba una temporada y volvía a fallar otra vez a mi familia, había gastado el dinero, me despertaba con lagunas mentales fuera de lo normal... y nunca quise estar así. Y cuando llegué al grupo me explicaron que era un enfermedad incurable, progresiva y mortal, tal y como dice la OMS”, comenta.

El alcoholismo hizo que llegara a realizar cosas que nunca quiso hacer como maltratar a su familia, a sus parejas o acabar tirado en la calle y, a sus 48 años, está operado de corazón dos veces. ¿Cuándo se dio cuenta de que tocara fondo? “Cuando me quedé sin nada, me tocaba vivir en la calle. Yo tenía mucho miedo, me quedé sin familia, ni amigos... Prefería morirme antes de vivir lo que estaba viviendo. Hasta que llegué por la puerta del grupo y me encontré a una serie de personas que hicieron que me diera cuenta de cómo vivía a través de sus historias, porque nunca me habían hablado el mismo idioma”, asegura Manuel.

Así el funcionamiento diario de la iniciativa se basa en el intercambio de experiencias y el contacto “de alcohólico a alcohólico” y su actividad se mantiene gracias a las contribuciones de los usuarios. “Yo con 27 años era encargado de un local y me entraba mucho dinero. Pero es que siete años después estaba entrando por la puerta del grupo. La prueba de que se sale somos nosotros. Estoy bien, soy feliz, me voy de viaje y me encanta vivir”, comenta Manuel, quien anima a que todo aquel que tenga problemas con el alcohol –haya bebido más o menos veces en su vida– acuda o llame (981 945 082) a la entidad.
Segundo aniversario
Con motivo de su segundo cumpleaños, el Grupo 24 Horas de Alcohólicos Anónimos Ferrolterra celebra el próximo 7 de abril a las siete de la tarde una junta pública de información sobre el alcoholismo para que todo aquel que esté interesado pueda asistir.
En la jornada se conmemorarán también dos aniversarios de sobriedad de dos usuarios del centro: Daniel y Manel. La organización cambió el pasado septiembre la ubicación de su local, por lo que ahora se encuentran en el número 49 de la calle Cuntis.

Reportaje | “Hubo un momento en el que dije que esto tenía que acabar y abrí una ventana”

Te puede interesar