Eso de que “de casta le viene al galgo” podría resumir perfectamente los inicios de Sergio “Keko” Pereira (Chapela, 1990) en el mundo de la motonáutica. Cuando el piloto olívico nació hace 27 años, su padre, Francisco Pereira, Chuco, ya despuntaba como uno de los grandes especialistas gallegos de la disciplina, así que era cuestión de tiempo que a él le “picase” también el gusanillo del pilotaje.
Con 16 años tomó la alternativa y durante la última década ha trabajado lo indecible para forjar una –todavía breve– carrera que vivió uno de sus puntos álgidos el pasado fin de semana, con la consecución del título de campeón del mundo de motonáutica, en la modalidad de “resistencia”.
En ocasiones, ser “hijo de” en vez de abrir puertas se convierte en una presión extra y pone sobre uno “un foco de atención encima” que Pereira sintió, sobre todo, en los primeros años de su carrera. Sus éxitos acallaron cualquier duda y su solvencia como piloto le ha permitido superar con creces el palmarés de su padre.
Sobre todo, desde que en 2015 su amigo desde la infancia José María Izquierdo le propuso integrarse en su equipo como copiloto. De su alianza surgieron dos títulos europeos en 2015 y 2016 y un subcampeonato del mundo el pasado año. El pasado fin de semana, en el lago italiano de Como, dieron un paso más adelante para hacerse con el cetro mundial.
Lo hicieron, además, en una campaña en la que las cosas no les estaban saliendo especialmente bien. Tras estrenar embarcación y promover varios cambios en el equipo, los test previos apuntaban que esta podría ser una gran campaña, sin embargo, una epidemia de averías los lastró en los últimos meses.
En agosto, un fallo mecánico, les impidió lucirse en el Europeo celebrado en Vigo y, de hecho, en algunos momentos de esta temporada se plantearon incluso abandonar. Sin embargo, con mucho trabajo y horas de dedicación, fueron capaces de tener la embarcación a punto para imponerse en las tres mangas de que constó el Campeonato del Mundo y hacerse así con un reconfortante título.
“Cuando trabajas duro, al final las cosas salen adelante”, resume Sergio Pereira, cuya vida gira en torno al mar. Trabajador de una empresa vinculada al sector naval, el piloto, que ha cursado estudios de náutica, se forma ahora para conseguir su título de capitán de marina civil. Y todo ello, mientras que alimenta una pasión por la motonáutica que, reconoce, exige “mucho tiempo y dedicación, para que todo vaya más fluido”. También una buena condición física pues, sobre todo en pruebas de resistencia como la suya “es necesario estar lúcido para rendir mejor y tomar mejores decisiones”.
Elite
Solo esa dedicación y el respaldo de empresas privadas –Graünner, Tecnonavalia, Orka, Baitra, Remolcar– y las Federaciones catalana y gallega permiten a Izquierdo y Pereira codearse con la elite de un deporte que, por ejemplo en Italia, está casi reservado a pilotos con un elevadísimo nivel adquisitivo. “Lo que hacemos sería imposible sin el apoyo de un grupo de empresas que nos aportan el material, tanto el equipamiento del barco como la electrónica y los repuestos”, explica Pereira.