El presidente de Rusia, Vladimir Putin, mantuvo ayer una conversación telefónica con el primer ministro del Reino Unido, David Cameron, en la que le instó a confiar en la “investigación oficial” abierta tras la caída de un avión de pasajeros ruso en el Sinaí. Cameron puso en duda la versión mantenida hasta ahora por El Cairo y Moscú y apuntó al atentado como hipótesis más “probable” de la tragedia.
El Gobierno ruso solicitó al británico pruebas de estas sospechas y Putin pidió personalmente a Cameron que respete la “investigación oficial”, según un comunicado del Kremlin. Putin subrayó que es “vital” fiarse “únicamente” de esta información. Ambos dirigentes analizaron, además, la colaboración entre sus respectivos países en la lucha contra el terrorismo.
Mientras, la Casa Blanca insistió ayer en que no puede descartar el atentado como causa de la explosión ocurrida el pasado sábado en el avión ruso cuando sobrevolaba la península del Sinaí con 224 personas a bordo.
“Estados Unidos no ha sacado sus propias conclusiones sobre las causas del incidente, sin embargo, no podemos descartar nada, incluida la posibilidad de que haya una implicación terrorista”, dijo el portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest, en la rueda de prensa diaria.
Earnest ratificó así las declaraciones realizadas en las últimas horas por fuentes de la Inteligencia estadounidense a la prensa, según las cuales el avión estalló por una bomba colocada en su interior por el Estado Islámico (EI) o grupos afines.
Por su parte, Rusia comenzó ayer a enterrar a los fallecidos en el siniestro. En la ciudad de San Petesburgo, el destino del avión siniestrado, se celebró el funeral de una de las víctimas, Alexei Alexeyev, un empleado de 31 años de una empresa de calefacción, que volvía de sus vacaciones en la ciudad de Sharm el Sheij. Sus compañeros declararon que Alexeyev y otro colega bielorruso habían sido recompensados con este viaje por su trabajo en la empresa.
ataques
Por otro lado, aviones rusos destruyeron una base del Estado Islámico cerca de Damasco, el bastión del Gobierno de Bashar al Assad, según informó ayer el Ministerio de Defensa ruso.
Además, el Ministerio señaló que “en los últimos dos días el grupo de la Fuerza Aérea rusa en Siria ha realizado 81 salidas y ha atacado 283 objetivos terroristas en las provincias de Damasco, Alepo, Idleb, Raqqa, Hama, Homs y Latakia”. En concreto, el portavoz militar Igor Konashenkov destacó que los cazas SU-24 destrozaron una fortificación de los milicianos de negro cerca de la histórica ciudad de Palmira, que cayó en manos de los terroristas en mayo.
Rusia lanzó el 30 de septiembre su propia ofensiva aérea sobre Siria con el objetivo declarado de derrotar al Estado Islámico y otras organizaciones terroristas. Sin embargo, diversas fuentes han denunciado que sus objetivos son distintos.
Estados Unidos ha expresado su preocupación por la irrupción de Rusia en la guerra siria y ha advertido de que sus ataques aéreos podrían solaparse con los que, junto a una coalición internacional de 65 países, lleva a cabo desde verano de 2014.
Moscú y Washington llegaron recientemente a un acuerdo para evitar un choque entre aviones rusos y estadounidenses en el espacio aéreo sirio, que incluye intercambio de información, aunque los detalles de dicho acuerdo no fueron publicados a petición del Kremlin.
Por su parte, la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPCW) ha determinado que el Estado Islámico y los rebeldes usaron gas mostaza durante los combates que mantuvieron el pasado 21 de agosto en la ciudad siria de Marea, al norte de Alepo.