En lo que a mi respecta acrecentado por razones de tipo familiar. De hecho mi padre, Antonio Araguas Neira alcanzó el cargo de Capitán de Navío. Y mi hermano Antonio Araguas Álvarez es, los rangos en la Armada imprimen carácter, General de Brigada del Cuerpo de Intendencia. Y desde esa condición, y animado de un espíritu vocacional (del estamento al que pertenece) y -definitivamente- historiador de este, en unión de otro ferrolano (con antecedentes nedenses, nos une el apellido Rodríguez del Villar, me comunican), el Coronel de Intendencia, Ramón Abeledo Maristany, ha emprendido el empeño árduo de historiar la profesión que ambos han venido ejerciendo en los últimos cuarenta años. El resultado, Promociones del Cuerpo de Intendencia de la Armada. Del Siglo XVIII al Siglo XXI (Madrid, 2018), ya en su segunda edición, la primera vio la luz en 2012, corregida y aumentada.
Antes de seguir adelante, adoro la intrahistoria, recordaré a Ramón Abeledo, gran nadador que fuera, participante en aquella travesía a la Ría de Xuvia, setiembre de 1963, en la que se impuso el gran Rioseco, a quien a veces leo en este periódico, en abierta competición con Eduardo “Dado”, aquel muchacho de Casadelos a quien tanto admirábamos “os rapazolos do Empedrón” y al que la vida se lo llevó madrugadora en exceso.
En el nadar de Abaledo Maristany se interpuso una malintencionada chalana, que otro gallo hubiese cantado -tal vez- en días patronales de unas fiestas patronales (Santa María de Neda), las mejores, organizadas en la parcela deportiva por José Carlos Romero y Kinso.
Pero en este libro voluminoso, que vengo leyendo con fruición y provecho (incluidas las diferentes promociones, manías de lector avezado, que disfrutas encontrando en ellas a su tío-bisabuelo, el General Manuel González Piñeiro, padre de Pepe González Robatto, el Comandante Juan Cadenas Camino, sobrino carnal de León Felipe, el Coronel Luis de Diego, coautor de “Luiso. María, matrícula de Bilbao” o un gran poeta ferrolano, el Coronel José Luis Prado Nogueira, Premio Nacional de Literatura (por “Miserere en la tumba de R.N.”). Entre muchos otros intendentes de categoría.
El primero, Ambrosio Daubentón, el segundo, Francisco de Varas y Valdés y -enseguida- aquel ilustrado, milanés de nacimiento (porque su padre ejercía en Milán de “veedor”), llamado José Patiño Rosales, en puridad padre del invento, en su condición de primer Intendente General de la Armada. Patiño Rosales tiene calle en Ferrol. Y por si hubiera duda de su condición lleva, en la placa, antepuesto el cargo de ministro (lo fue, sin duda). Como Zenón Somodevilla, Marqués de la Ensenada (estatua discutible, a mí me gusta) mirando los Arsenales desde San Francisco. Del Marqués se ocupan, igualmente, Abeledo y Araguas, nada extraño si consideramos el papel esencial que el riojano (muerto en Medina del Campo, luego de una vida azarosa, también en el aspecto galante) jugó en la organización de la Armada y, consecuentemente, en su Intendencia. Tan importante a la hora de la logística.
Luego de Ensenada se iniciará un cierto declive en el cuerpo, que los autores hacen coincidir con la “Ordenanza de Pertrechos”. Materia incógnita para quien no se adentre en este libro, tan bien pertrechado como voluminoso, que –ya se dijo- instruye y deleita. A condición de tomar con calma su lectura y la idea de no hallarse ante una mera enumeración de promociones. Que también. Que es volumen instructivo que cuenta con buen acopio gráfico y –por supuesto- onomástico, con indicativos de entradas y salidas y empleo, actual o a la hora del retiro, de quienes en el volumen aparecen. Libro, se me ocurre, de interés para todos los que en él aparecen. En primer lugar. Pero, igualmente, para los que deseen saber qué cosa ha sido –sigue siendo, no hay “progreso” que lo tumbe, por razones obvias, sin organización o logística no hay barco que navegue- cuerpo tan llamativo. Del que también formó parte (número 1 de su promoción, la de 1871), Nicolás Franco Salgado-Araújo (sí, el padre de los Franco Bahamonde), del que el volumen incluye foto, personaje tan novelesco como teatral (“El corto vuelo del gallo”, de Jaime Salom, nos ilustraba sobre la vida de tan peculiar caballero).
Como también lo hizo Ricardo Neira Fernández, tan de Ferrol como la Puerta del Dique, Doctor en Derecho y cofundador –en 1903- de nuestro Ateneo. Pero una de las ilustraciones que más me llaman la atención es la de la página 287, en la que aparece la oficialidad del “Reina Regente”, entre ellos el “contador”, Agapito Rivas Cabo, en el que “se distingue galleta blanca en gorra”.
Rivas Cabo, ferrolano como tantos de los que en libro de Araguas y Abeledo aparecen. Ferrolanos ellos mismos, y artífices de un libro que sin duda ha de transcender el ámbito estrictamente castrense al que, ya se ha dicho, va dirigido en primer lugar pero que igualmente habrá de interesar al lector de fondo, como quien esto firma. No solamente apasionado de la intrahistoria sino también de la Historia. Y una parte importante de ella se encuentra en el voluminoso volumen que me ocupa. Donde el curioso lector encontrará apellidos reiterados en la Armada (o en el Ejército): Boado, Caamaño, Chereguini, Díaz del Río, Lacaci.
Y -desde la promoción 70- continuada presencia de mujeres intendentes. Y es que aquí, también, como en la canción de Dylan, los tiempos están (estaban) cambiando