Entre otras cosas, porque el porcentaje de independentistas en el País Vasco se ha reducido, dicen los eusko barómetros, a poco más del veinte por ciento de la población.Y en cuanto al ‘plan 2050’que un día, hace no mucho, nos presentó el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ya digo: no creo que él esté por entonces en el palacio de La Moncloa para corroborar todo lo que en el plan se dice, aunque me temo que de aquel tocho, que tan orgullosamente dieron a la luz, casi nadie se acuerda ya de nada.
Un encuentro interesante para los periodistas, al que suelen asistir los ex de la UCD, militares y, hasta ahora, jueces (ya veremos si por esas fechas se ha acordado la renovación del Consejo del Poder Judicial y si aminoran las tensiones que el tema está generando) y nunca los diputados nacionalistas.A veces, lo que es significativo adquiere la categoría de la importancia.
Es esta una operación política que parece muy cuidadosamente milimetrada, aunque aún nadie pueda predecir si acabará saliendo a flote.Bueno, pero Sánchez tampoco está quieto precisamente: el viernes se fotografiaba con Macron en París --no le habrá gustado mucho eso a la candidata socialista Anne Hidalgo, pese a que Sánchez acudió a apoyarla en un acto en la capital francesa--; este sábado aparecía radiante en el congreso regional del PSOE de Madrid que daba el espaldarazo a Juan Lobato, la nueva ‘estrella ascendente’ del PSOE; y este domingo, el presidente viajaba a la Comunidad Valenciana, concretamente a Benidorm, a clausurar el congreso regional del PSPV, con Ximo Puig como gran ‘paterfamilias’ y uno de los ‘barones’ más fuertes e influyentes desde esa Comunidad Valenciana, ya se ve, tan cuidada por todos los partidos.
Pero ya se sabe que en la ramplona política española el que se mueve no sale en la foto.El Parlamento, y con él los partidos que se han hecho cómplices de este enjuague, y de paso el conjunto de los poderes de Montesquieu, salen profundamente tocados de este lance.
Así, hay que reconocer al presidente que en el frente exterior este fin de semana ha recopilado éxitos indudables, al margen de que Joe Biden no le haya distinguido más que con un protocolario abandono de la mano presidencial norteamericana en el presidencial hombro español, cosa de la que medios opositores se mofaban este domingo: otros treinta segundos arrancados a Biden, decían.Pero lo que se silenciaba era que el gesto es anticipo de unas sin duda buenas relaciones con Washington, que se escenificarán de manera contundente en la presencia de Biden en Madrid dentro de siete meses, en la ‘cumbre’ de la OTAN. Eso, cada minuto de tal ‘cumbre’, cada encuentro a solas con los mandatarios occidentales, está ya pactado y bien pactado, planificado y bien planificado.Yo diría que más bien los problemas exteriores de España se hallan en la UE, donde se examinan con lupa las cuentas --que no salen del todo, pese a la propaganda oficial-- y la calidad de la democracia española, que presenta, yo diría, algunos altibajos.
Y más a un político obsesionado, como él, por la imagen.Este finde, en Roma, además de estrechar protocolariamente la mano de Biden, que ya llegará algún día el encuentro bilateral, Sánchez se verá en el G-20 con más de media docena de dirigentes de otros tantos países y con los responsables del FMI, de la OCDE, del Banco Mundial...
Creo que ambos comprenden, aunque son entusiastas de la cosa, que hay que mirar más allá de 2023 (que es el horizonte electoralista en el que se paran las previsiones), para que la socialdemocracia española no corra el riesgo de sufrir descalabros parecidos a los del PS Francés, italiano o del PASOK griego.Ese peligro, en todo caso, ni está cercano (ya digo que aquí se piensa apenas en las elecciones de 2023) ni nadie piensa, en su caso, en soslayarlo.
Por cierto, todos ellos, incluso Guerra, ausentes del 40 congreso, con la excepción de Joaquín Almunia, que allí estaba, como Zapatero, en su calidad de ex secretario general del partido.Pero, alfilerazos y educadas indirectas al margen, lo cierto es que el congreso, una vez que el único hombre con corbata aceptó acudir, es una balsa de aceite.
Pero en este 40 congreso del PSOE no hay nubes ni ruidos molestos que actúen de sordina para los plácemes: Pedro Sánchez saldrá de este cónclave, en el que no se detectan voces realmente críticas -hasta Felipe González asistirá, dicen que sin reticencias-, más victorioso de lo que nunca lo estuviese secretario general alguno.Qué duda cabe de que Sánchez ha sabido o podido meterse al partido en un bolsillo, algo impensable cuando, hace cinco años, fue expulsado casi a patadas de la sede de Ferraz y todos le daban por políticamente muerto.
Me parece que va siendo hora de actuar con la celeridad política y administrativa con la que no se actuó al proyectarse, por ejemplo, el traslado del Senado a Barcelona.
Y con Yolanda Díaz, que estará ausente, dicen, en el ‘cónclave’ que el partido por el que será presumiblemente candidata y en el que no milita, Unidas Podemos, organiza a partir del jueves, en un intento de potenciar una formación que, sin las trapisondas de Pablo Iglesias y con la poca gracia de Ione Belarra, anda como de capa caída.¿Por qué no va ‘la otra Díaz’ a la escuela de otoño de Unidas Podemos?
Ya sé que las buenas noticias no son noticia, pero me arriesgaré a decir que me parece que una cierta brisa de concordia sopla en las velas del tan desnortado buque de la política española: Rajoy y Felipe González se palmean las espaldas, Díaz Ayuso piropea a Casado, desactivando bastante, creo, las trompetas de discordia en el principal partido de la oposición, que corta orejas en las plazas de toros.Hay más: en Andalucía, ya que no en La Moncloa, se inicia un diálogo entre el presidente de la Junta, Moreno Bonilla, y el líder de la oposición socialista en esa Comunidad, Juan Espadas.
Ella es, sin duda, una figura atractiva y también polémica, con decisiones controvertidas, pero que creo que se ha trazado con firmeza su futuro: ahora que tantos ex, más políticos que informadores, miran hacia el periodismo como medio de vida y propaganda, desde Pablo Iglesias a Susana Díaz, pasando por Carmen Calvo, me parece que ella también se ha ‘resignado’ a, dentro de tres o cuatro años, regresar a lo que profesionalmente quiso ser cuando estudiaba en la Facultad de Ciencias de la Información.Creo que los debates de la jornada, a alguno de los cuales asistió, interesaron a la presidenta madrileña, consciente de que el revuelo organizado a su paso, las cámaras de TV, las decenas de micrófonos acosándola, es transitorio.
Sin que, claro, el personaje se digne a detenerse para responder educadamente, aunque sea una nadería.La reivindicación de la libre presencia en las instituciones, por ejemplo las Cortes –quien suscribe, freelance y, por tanto, sin acreditación de un medio concreto, no tiene ahora entrada, con el Covid como pretexto ‘batetllano’ para la exclusión de quienes escriben, ay, ‘por libre’–, no es sino la punta del iceberg, por supuesto.
Creo que actuó entonces mal, muy mal, el señor Marlaska, como actuó mal, muy mal, y también le ha sido reprochado desde varias instancias, en la expulsión, no deseada por ellos, de menores marroquíes a su tierra de origen.Sé que hay muchos, especialmente en la oposición, que pretenden a Marlaska fuera del Ejecutivo, para desgastar así, creen ellos, a Sánchez.
Aunque el presidente del Gobierno aseguró que no se había abordado la cuestión del regreso o no a España del emérito, la sombra de Juan Carlos I pesaba, y pesa cada vez más, como una losa sobre la Corona.Y la estrategia de tratar de hacer olvidar las numerosas irregularidades cometidas por el anterior jefe del Estado, simplemente no ha funcionado: se ha ahogado tal estrategia, sumida en un mar de filtraciones, de torpezas de la Fiscalía, de divisiones en el seno del propio Ejecutivo.
Y no, no me hablen de machismo/feminismo, que eso nada tiene que ver con la cuestión que abordo, mucho más lindante con el marketing.Palabra de honor que uno, que va cumpliendo sus años, no intenta arrimar el ascua a su sardina, ni actúa en plan envidioso de las cualidades físicas que uno para sí desearía: lo cierto y verdad es que la política europea –y menos, claro, la estadounidense– no circula, en general, por esos parámetros ‘sanchistas’.
Las revoluciones, mejor presentarlas de golpe, sin demasiada trompetería previa.No sé qué más sorpresas próximas nos ofrecerá el presidente, que tiene por delante nada menos que la apertura del año judicial, donde, en presencia del Rey, el presidente del Tribunal Supremo y del Consejo del Poder Judicial, Carlos Lesmes, lanzará el lunes un órdago, harto de la no renovación del gobierno de los jueces: eso sí que, si se cumplen los pronósticos más pesimistas que maneja el Ejecutivo, van a ser rayos y truenos.
El concepto, tan de la ‘antigua masculinidad’, de que el ejercicio de la política, que es el de la representación de los ciudadanos, tiene que ser competitivo, de imposición de las ideas propias y derrota de las contrarias, está causando enormes males a los españoles.Y digo españoles porque quizá en ninguna otra parte entre los países occidentales se ejercite en el mismo grado que aquí esa política de testosterona, de enfrentamiento para liquidar al adversario.
Y ya hemos visto que de la prospección del futuro se ocupa directamente el Ministerio de la Presidencia, hoy en manos de Félix Bolaños, y no el Departamento de Belarra, por mucho que esta haya creado una Secretaría de Estado para esta Agenda 2030.La pervivencia, en el Gobierno de Pedro Sánchez, tanto de Belarra y su Ministerio como de Irene Montero y el suyo, el de Igualdad, no es sino la consecuencia del pacto de coalición suscrito por Pedro Sánchez con el entonces secretario general de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, hoy fuera de la política tras fracasar en las elecciones autonómicas madrileñas.