Me resulta difícil escribir sobre el asunto cuyo titular antecede. Tengo aprecio profesional y humano por Fernando Grande-Marlaska, un hombre que jamás buscó el disimulo o la mentira en sus circunstancias personales y que tuvo el calor de aceptar el abandono de su querida Magistratura por la incertidumbre de la política, que, en el caso de los titulares de Interior, es casi una certidumbre: casi siempre acaban mal. Temo que el de Marlaska no va a ser un caso distinto: tiene que dimitir a corto plazo o ser cesado. Y ello, por varias razones.
Lo primero, un ex magistrado ‘estrella’ de la Audiencia Nacional no puede recibir un varapalo tan considerable como el de la propia Audiencia ahora, culpándole merecidamente, creo, por su actuación al destituir del cargo al coronel de la Guardia Civil Pérez de los Cobos por haberse aferrado este a la legalidad negándose a dar determinada información al ministro. Creo que actuó entonces mal, muy mal, el señor Marlaska, como actuó mal, muy mal, y también le ha sido reprochado desde varias instancias, en la expulsión, no deseada por ellos, de menores marroquíes a su tierra de origen.
Sé que hay muchos, especialmente en la oposición, que pretenden a Marlaska fuera del Ejecutivo, para desgastar así, creen ellos, a Sánchez. Y, así, ya le gritaban ‘dimisión’ hace tres semanas en un caso totalmente injustificado, el del falso ataque homófobo a un joven en Madrid. Culpar al Gobierno en general, y a Marlaska en particular, de haber manipulado o de haberse aprovechado de este episodio me pareció excesivo y gratuito. Pedirle ahora que dimita ante el varapalo de la Audiencia Nacional es algo que juzgo, por el contrario, necesario.
Porque, al revés de lo que creen medios de la oposición, la permanencia de Marlaska en el Consejo de Ministros es lo que verdaderamente desgasta a Sánchez: ya no le sirve ni de pararrayos. Sobre todo cuando el presidente parece lanzado a una creo que tal vez acertada campaña de presentarse casi como un campeón social, capaz de afrontar el combate a la subida de la luz, a favor de incrementar el salario mínimo o de frenar a los extremistas del secesionismo catalán.
Sé que es duro pedirle la dimisión, o cesar, a quien te ha servido lealmente, incluso en los trabajos no tan limpios. Sobre todo, cuando Marlaska tendría ahora un difícil encaje en la Audiencia de la que salió. Pero no creo que Pedro Sánchez haga muchos remilgos al respecto, ni que mantenga mucho mas tiempo a Marlaska. Sabe que ya no es solución, sino problema. Y gordo, además.