Jaime Cruz, en la Fundación CIEC

aime Cruz (San Juan, Puerto Rico, 1983), hijo de serígrafo, aprende desde niño en el taller de su padre la técnica del recorte manual del estarcido y en 2010 obtiene el grado en Bellas Artes por la Escuela de Artes Plásticas de Puerto Rico. Actualmente, ejerce como profesor de serigrafía, uno de cuyos cursos ha impartido recientemente en el Centro de la Estampa Contemporánea de Betanzos, en el cual ofrece ahora la muestra “Cartel caribeño 2019”; este constituye una demostración de su singular método serigráfico, a la vez que busca transmitir el ambiente festivo y tropical de su isla, con palmeras, equinoccios y esplendores solares; a veces lo hace de un modo directamente figurativo y otras por medio de una abstracción minimalista, en la que sólo está presente el color o la luz de una hora determinada. 
Esto último es visible en las serigrafías que titula “Hora dorada”, “Equinoccio de primavera”, “Ocaso en el paraíso” y “Azul Caribe”, donde la luminosidad esplendente del trópico es la protagonista. Lo que él busca transmitir es precisamente –según propia confesión– esa “alegría que nos invita a disfrutar de la vida” y ese sentimiento de habitar todavía una parte del paraíso. Son las esbeltas palmeras, con sus estilizados troncos y sus copas doradas, irguiéndose hacia el cielo color turquesa, casi convertidas en símbolos solares, las que mejor representarían ese exultante gozo de vivir, sin sombras, sin fisuras; tal como podemos contemplar en la obra titulada “Punta Borinquen”, donde pinta un paisaje de arenas húmedas y espejeantes, en el que cuatro palmeras elevan hacia el infinito azul el exultante canto de sus flameantes ramas. 
Otras cuatro palmeras solitarias devienen estilizados iconos de este entorno y de esta naturaleza tan especial. El sentido de fiesta y de disfrute popular, con cierto aire carnavalesco, está presente en los tres carteles que ilustran las “Fiestas de la calle San Sebastián”, donde lo lúdico se mezcla con lo jocoso, representado por las máscaras de tres sonrientes  cabezudos, que ponen, en el fondo negro de la noche con luna, su jolgorio de maracas y fálicas insinuaciones. Asoma, no obstante, en esta visión positiva de su mundo, un punto de crítica, en la serigrafía que titula “Biodesagradable” (juego de palabras con biodegradable) en la que configura un espacio abstracto rectangular de color arenoso, punteado aquí allá por ligeras y pequeñas manchas de color (restos de plásticos, tal vez) y por alguna colilla, de manera que, si bien el efecto plástico es agradable, no lo es en cambio su repercusión sobre ese ámbito paradisíaco que quiere representar y preservar. 
Jaime Cruz, enamorado de su isla, practicante de surf, cultivador de frutos tropicales en  su finca de las montañas de Lares, es además un utopista que busca defender y preservar los valores artísticos de su tierra, lo que hace colaborando en las “Jornadas del Grabado Puertorriqueño” y sobre todo exaltando con su obra la tradición de grabado de Puerto Rico, que fue muy importante en las décadas del 50 al 70.

Jaime Cruz, en la Fundación CIEC

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