Volver

Siete semanas en silencio, desconectada de este rincón y de sus visitantes, vosotros, vosotras, con nombres y apellidos, anónimos. Siete semanas en silencio, conectada a mis espacios de encuentro con los míos, conmigo. Siete semanas y es tiempo de volver.


Cada año, el regreso de las vacaciones se convierte en una especie de ritual de despedida colectiva. Las playas se van vaciando, las montañas abandonan lentamente los ropajes de verano, para vestir los ocres otoñales, La vuelta a la rutina, sin embargo, no es simplemente el retorno al trabajo, a las obligaciones cotidianas; es el encuentro con una versión renovada de nosotros mismos. Una versión con arena en los brazos, frases de libros leídos al atardecer atesoradas en la libreta de lecturas, la huerta como oficina de las últimas jornadas estivales.


Pasar de las conversaciones vespertinas con amistades y familia que vienen de lejos, a los amaneceres donde Alexa anuncia el nuevo día y el clima que nos espera. Añoranza de los días sin prisas, alivio por recuperar la estructura de lo cotidiano. Disfrute de días soleados y cálidos, costumbre de jornadas nubladas y frescas. Nos llenamos de contradicciones. ¿Somos la persona sin máscaras del verano o la versión que sale a escena en septiembre?  Digamos que hay un poco de cada, pero lo más importante es sembrar un tanto de estío a lo largo de todo el año, plantar parcelas de escapadas improvisadas, planes inesperados, visitas sorpresa.


El regreso de las vacaciones, volver, nos obliga a enfrentar la dualidad de nuestra existencia. Por un lado, la libertad, las novedades, el descanso, el disfrute. Por otro, las responsabilidades, lo conocido, las prisas, las rutinas. Juego de idas y vueltas, donde todo tiene su sentido. No hay paréntesis, quizás solo comas o puntos y seguido. Se trata de encajar piezas, integrar los aprendizajes de las vacaciones y recalibrar nuestras vidas. Es el momento de preguntarnos qué queremos llevar con nosotros de esas semanas de descanso y qué estamos dispuestos a dejar atrás. ¿Podemos mantener esa sensación de libertad y calma, aunque estemos inmersos en nuestras responsabilidades? ¿Podemos encontrar tiempo para nosotros mismos, incluso en medio de la vorágine diaria?


En última instancia, el retorno de las vacaciones no tiene por qué ser un motivo de tristeza. Puede ser, en cambio, una oportunidad para redescubrirnos, para revaluar nuestras prioridades y para aprender a vivir con más plenitud, no solo durante el verano, sino a lo largo de todo el año. Porque, al final, lo que realmente importa no es cuánto tiempo pasamos de vacaciones, sino cómo logramos integrar en nuestra vida cotidiana esa sensación de bienestar y felicidad que tanto anhelamos. La verdadera vuelta no es solo al trabajo o a la rutina, sino a nosotros mismos.


Como dice Yaa Gyasi, en su “De regreso a casa”: “El verdadero viaje comienza cuando regresas a casa y te encuentras a ti mismo.”

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