Los partidos son organizaciones que viven de los Presupuestos del Estado y dan trabajo a mucha gente. Hay quien se mete en política a impulsos de un ideal -querer cambiar las cosas, mejorar el mundo-, pero en sentido mucho más pragmático abundan aquellos que han encontrado en éste o aquel partido su modus vivendi. Una manera de ganarse la vida que defenderán contra viento y marea apostando por la sumisión a quienes mandan en cada momento en la organización a la que pertenecen. En los partidos no abundan los héroes y escasean los suicidas que se atreven a ir contra la corriente que impera en cada momento.
El drama sobreviene cuando un partido entra en quiebra, se divide y aparecen las banderías. O, como pasa estos días en el PP, el partido que atraviesa por un momento “gramsciano” en el que lo nuevo no acaba de nacer (Feijóoo, Ayuso) y lo viejo (Casado, García Egea) no acaba de morir políticamente hablando. ¿Qué hacer en esas circunstancias? ¿Arriesgarse a dar una opinión en público sobre éste o aquel líder cuando la batalla por el poder está en pleno fragor y el resultado es incierto?
En el PP hay algún ejemplo, pero se trata de ex dirigentes como Esperanza Aguirre que ya no arriesgan nada al pedir la dimisión de Pablo Casado. Caso diferente es Cayetana Álvarez de Toledo que apunta en la misma dirección pero que, aunque siendo diputada, está en el dique seco mirando hacia los escaños del Grupo Mixto del Congreso. Entre los barones con poder regional hemos escuchado al presidente de Murcia, Fernando López Miras, defendiendo a García Egea que ha sido su mentor. El resto, salvo Núñez Feijóo en unas declaraciones un tanto oblicuas, están a la espera. ¿A la espera de ¿What? ¿De que Pablo Casado asuma la precariedad política en la que se encuentra, renuncia a la presidencia del partido y anuncia la celebración de un congreso extraordinario? Entraría dentro de la lógica, pero si, como parece, va a intentar resistir, entonces habrá llegado la hora de asumir riesgos. Porque los partidos, en contra de lo que piensan las gentes bien pensantes, son organizaciones cainitas. Son muchos los intereses personales que están en juego y muchos de ellos son ajenos a la política. El factor humano. La última baza con la que cuenta Pablo Casado para seguir al frente del partido.