Torregrosa

En 1968, finalizado el curso escolar, mi amigo Juan Ignacio Vivanco Sánchez y yo, vecinos de la calle Galiano, ya que su familia era propietaria de Calzados “La Fábrica”, situada tres o cuatro casas mas adelante de la mía, soliamos compartir actividades veraniegas y divertirnos juntos. Era el mes de julio de ese año, recién inaugurada Feria de la Industria Naval y de Muestras del Noroeste en Ferrol, y le pregunté a Vivanco, que había comenzado a trabajar, como colaborador, para “La Voz de Galicia”, si podría acompañarle en la feria, durante la obtención de noticias para el diario, y me respondió que si. Todavía conservo varias fotografiás de ambos, en el recinto de Punta Arnela, que dan fe de ello.
 

Esa circunstancia dio un giro a mi vida, ya que decidí dedicarme, en serio, al Periodismo, como profesion de futuro. Juan Ignacio me dijo que escribiese un par de artículos e hiciese alguna entrevista y que él hablaría con el delegado de “La Voz”, D. Francisco Valle Romero, para mi posible “fichaje”. Mis trabajos, que firmé con seudónimo, por miedo al fracaso, debieron de gustarle a D. Paco, ya que fueron publicados en las páginas del diario, y me “fichó” como colaborador fijo. Días después, recibí mis credenciales: un carnet de tapas azules, con el anagrama del periódico, con mi fotografía y la firma del director, que me llenó de orgullo. Aquello era una especie de “salvoconducto”.
 

Fue cuando Juan Vivanco me presentó a quien habría de ser nuestro compañero en la pequeña redacción de la calle Canalejas nº 82, donde se situaba la Delegación del periódico. Se trataba de José Torregrosa Rodríguez, un joven mas corpulento que nosotros, serio y que escribía muy bien. Lo mismo redactaba noticias, que hacía jugosas entrevistas y que opinaba de lo “divino y de lo humano” en el entonces escaso mundillo cultural ferrolano. Hablando con él, descubrí que ambos eramos “hijos de rojos”, ya que nuestros padres, ambos pertenecientes al Cuerpo de Maquinistas de la Armada, habían sido expulsados del mismo, por haber sido militares fieles a la República; es decir, perdedores de la guerra. Sin embargo, ambos eran empleados de la Empresa “Bazán”. Como dice un amigo nuestro: “A nuestros padres no los fusilaron porque los necesitaban”.
 

Tras varias conversaciones, tanto con Torregrosa como con Vivanco, pude darme cuenta que ambos eran firmes defensores de las ideas democráticas y de libertad y luchadores clandestinos contra el régimen franquista. Los dos, medio en serio y en broma, me llamaban “burgués” y me decían que necesitaba aprender mucho mas. Gracias a ellos, descubrí a Marcuse, a Marx, Engels, Erich From, etc. La lectura del “El Miedo a la libertad”, de este último autor, me hizo descubrir los verdaderos valores democráticos y de libertad.
 

En una ocasión, y ya dominando el “lenguaje críptico” de la época, les dije: “Yo no seré del Partido, pero podéis considerarme un “compañero de viaje”, o un “tonto útil”, pero consciente…” Ambos se echaron a reír, y debo decir que nunca me confesaron, abiertamente, que eran miembros del P.C…
 

José Torregrosa, gran aficionado al Cine y al Teatro, también me “contagió” de estas inquietudes culturales, y con él aprendí casi todo lo que sé, actualmente, sobre el Séptimo Arte. Con él estuve en el Cine Club “Concepción Arenal”, hasta su cierre… También José me enseñó a manejar el Teletipo que había en la redacción, a través del cual nos comunicábamos con la sede central de “La Voz” en Coruña.
 

Trabajé, codo con codo, con Torregrosa y recuerdo que fue él quien me presentó a Rafael Pillado, en la sede de los Sindicatos Verticales. Incluso, cuando yo pasé a “Ferrol Diario”, mantuvimos una estrecha relación, y tengo alguna foto en la que compartimos alguna rueda de prensa y mesa y mantel posterior a la misma.
 

En 1972, cuando los sucesos del 10 de marzo, yo no estaba en Ferrol, ya que realizaba mi servicio militar en África, por lo que no pude ser testigo de su detención y encarcelamiento. A finales de este año citado, cuando le concediereon la libertad provisional, ambos volvimos a nuestras respectivas redacciones. Sin embargo, a mi amigo y compañero José Torregrosa, pese al apoyo económico y laboral mantenido por la dirección de su periódico, los hermanos Pillado Rivadulla, se le impidió realizar su trabajo, por parte de las instituciones oficiales del régimen franquista y de la que hoy se ha dado en llamar “gente de bien” ferrolana. José hubo de auto exiliarse en Madrid y dejamos entonces de vernos. Allí “murió” el periodista, que no el escritor, el poeta, el profesor,… en definitiva, “el hombre de bien”, comprometido con la causa de la Libertad hasta la actualidad.
 

Pasados los años, cuando ya habían asesinado, en Irak, a mi sobrino, el periodista José Couso Permuy, en un acto de homenaje a su figura en Ferrol, volví a encontrarme con mi amigo José Torregrosa, y a escuchar un hermoso poema suyo dedicado a mi sobrino.  Desde entonces, nuestra amistad, compañerismo y cariño mutuo continúa presente.
 

José Torregrosa, un “hombre bueno” durante toda una vida, se merece ese homenaje, ofrecido próximamente, por parte de sus paisanos de Ferrol. Es de Justicia.

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