Propaganda política

No hay forma de mantener la compostura frente a adversidad alguna, porque toda acechanza está, cuando alcanzas a saber de ella, colonizada por la propaganda política.

 

No se puede honrar a las víctimas del terrorismo porque de inmediato te recuerdan a las del franquismo; si recuerdas a las del franquismo te hablan de las checas, lo hacen con la fuerza de una razón que parece negarse a aceptar que todos los verdugos son el mismo verdugo, que todos los tiranos son el mismo tirano, y sin reconocer que no admiten entre ellos diferencia ni merecen justificación.

 

Hago esta apreciación pero bien podría hacer cualquier otra, como es el caso del colegio mayor, un espacio lleno de jóvenes gritando improperios machistas contra sus compañeras; actos frente a los que no nos ponemos de acuerdo por la sencilla intermediación de la maldita propaganda política. A unos se les antoja un ataque de la horda roja a su sana progenie y a los otros una defensa de la horda azul, negro o gris de esa mala progenie, cualquier cosa antes que estar al lado de la razón, y la razón nos marca que no cabe insultar y lo que es aún peor, no respetar a sus compañeras.

 

Lo terrible de esta situación es que nos impide hacer el más mínimo avance en esta o en cualquier otra materia de justicia y razón, porque no se puede opinar sobre aquello que se ha convertido en propaganda política sin desnortarnos de inmediato el sentido de lo justo y lo ajustado de la razón.

 

Propaganda política

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