P. Sánchez Callejón (Sin Salida)

Lo que estamos normalizando en España ha superado, hace ya mucho tiempo, cualquier expectativa que pudieran tener los más agoreros del lugar. Un presidente sin límites, sin principios, sin valores y sin más horizonte que mantenerse en el gobierno como sea, nos ha arrastrado por el fango a todos los españoles, incluyendo nuestra Carta Magna, ese texto de concordia que suscribieron políticos de todos los colores y que el pueblo español refrendó en consulta popular muy mayoritariamente.


Nuestra Constitución nos ha procurado una convivencia en paz durante más de cuarenta años, el tiempo más largo de paz que se recuerda en la historia de España. Con diferencias, sí, pero con el compromiso de todos de cuidarla porque ha demostrado sobradamente su eficacia. Todo esto, hasta que Pedro Sánchez decidió un día, que, con tal de ser presidente a cualquier precio, estaba dispuesto a sacrificarla. Y así lo hizo.


Desde que Rubalcaba advirtió de los peligros de formar un gobierno Frankenstein, Sánchez se afanó en debilitar los pilares de nuestra democracia y se abrazó sin vergüenza alguna a partidos como Bildu, herederos de ETA, que, aún hoy, siguen haciendo homenajes a asesinos por las calles de la comunidad vasca. Para ello tachó a los filoetarras de “hombres de paz” y los incorporó a la gobernanza del estado. Cedió ante los comunistas hasta situar a Yolanda Díaz en una vicepresidencia y con ello arrastró de nuevo al partido socialista a la extrema izquierda abandonando los principios social demócratas que hicieron del PSOE un partido de Estado.


Ahora amnistió a los separatistas que dieron un golpe de estado en Cataluña, corrompiendo un Tribunal Constitucional que ha sido colonizado por Sánchez para convertirlo en cómplice del gobierno con la ayuda de Conde Pumpido, pero todo esto, no era suficiente y, por ello, colonizó prácticamente todas las instituciones del estado, secuestrando de alguna manera, nuestra democracia.


Su errática política exterior, marcada por sus relaciones con el dictador Maduro nos llevó a enfrentarnos a medio mundo y todavía hoy no sabemos que pasó en el Sahara y para rematarlo, reta a Estados Unidos para demostrar no sabemos muy bien qué. Todo esto baja la sombra y batuta del inefable Zapatero a quien, tras el desastre en que dejó a España tras su mandato, dábamos por amortizado políticamente de por vida, pero Sánchez lo recuperó para, si cabe, empeorar la situación.


Y así estamos los españoles, descubriendo la corrupción salvaje que desde el partido socialista se proyecta a todos los rincones del país en forma de comisiones y obras indebidamente adjudicadas para el enriquecimiento de algunos y no se sabe si del propio partido. Los Koldo, Ábalos, Cerdán, Pardo de Vera, Aldama son ahora la imagen que mostramos al mundo en las primeras planas de toda la prensa internacional. Corruptos y cutres que se graban entre sí al más puro estilo mafioso.


Cuánto asco me produce la gente que esconde grabadoras para chantajear porque ellos son los primeros corruptos. Si a esto le añadimos meretrices y sustancias, la macedonia está hecha y el resultado es previsible. Nunca desde el 78 España había caído tan bajo, nunca un gobierno más vergonzante, nunca tanto narcisismo sentó sus posaderas en la Moncloa.


Sánchez aguantará, España no lo sé. Lo descubriremos cuando pongan las urnas, si es que las ponen y si las ponen con limpieza garantizada y no como en Venezuela, pero, dada la relación del gobierno con Maduro… no sé yo.

P. Sánchez Callejón (Sin Salida)

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