La galería ARGA ofrece una muestra de Nuria Vilanova (O Porriño, Pontevedra, 1976) , quien, además de ser graduada en Bellas Artes por la universidad de Barcelona, ha hecho cursos de diseño gráfico, ilustración, fotografía y cerámica, entre otros y es profesora de dibujo, pintura y escultura en la Academia O Porriño Arte. La obra que presenta consta de dos poéticas series: “Pensamientos de alma” y “Belleza atrapada” en las que se siente latir la eterna dualidad entre el espíritu y la materia, entre las formas de la vida que buscan manifestar su hermosura y su esplendor natural y la erosión producida por el paso del tiempo que va dejando restos volanderos, móviles masas en descomposición, fragmentos de lo que un día fueron cuerpos, pétalos, hojas... y de cuya destruida magnificencia ya sólo queda como recuerdo el grácil cromatismo o los huidizos resplandores de la luz. A la búsqueda de la belleza que no perece y de la esencia del ser humano, utiliza como símbolos, que repite con ligeras variantes en cada serie; el rostro femenino y la flor más emblemática y delicada: la rosa.
Todos los cuadros aparecen planteados como un contrapunto entre esas dos formas figurativas y las formas abstractas que resuelve, en parte, a la manera del informalismo y del tachismo; una antítesis en la que se contrastan emociones opuestas y donde rostros y rosas emergen, casi, como una aparición mágica e impensable, desde ese informe cúmulo de manchas y texturas coloreadas que les sirven de base o los envuelven. Crea, así, un diálogo abierto a todos los posibles, para “ ir más allá de lo que se manifiesta a los ojos” (como dijo Wols, uno de los pintores que perteneció a la corriente del tachismo). Es, precisamente, para llevarnos a esas profundidades anímicas o para sugerir todo lo que se oculta a la mirada, que los rostros que pinta tienen los ojos cerrados, como en actitud de introspección, incluso, en algún caso, uno de ellos aparece borrado, como indicando que no se necesita para ese ver interior; una bella placidez emana de estos perfiles que, a veces, parecen acunarse en auras o músicas de ensueño. En cuanto a las rosas, que Nuria Vilanova nombra como bellezas atrapadas tienen todas la particularidad de que su color no es aquel al que estamos acostumbrados, sino que tienen, con una sola excepción en que la colorea de gris, la tonalidad oscura de la tierra, lo que sin duda refuerza su valor de símbolo que representa el maravilloso poder creador de la naturaleza. Rostro y rosa se reúnen en un sólo cuadro, en el que aparecen con su cuello y tallo como emergiendo de un mar de agitados azules e inundadas desde lo alto por la diáfana claridad de la blanca luz, la piel y los pétalos han tomado un matiz acariciador de un gris perlino y parecen como a la espera de un revelador milagro. Por esos espacios que conjugan las energías del cielo y de la tierra, hace N. Vilanova que viajen los pensamientos como hálitos, entre manchas y texturas de bien entonados cromatismos, y se yerga el sueño de la inmarchitable belleza.