Motivos para las universidades privadas

l beneficio económico, la influencia social y la demanda insatisfecha de formación son los principales motivos para crear una universidad privada. Evidencia de lo primero es la irrupción de los fondos de inversión en el sector universitario con cifras “milmillonarias” en operaciones de compraventa. La muestra más evidente de lo segundo son las universidades religiosas, presentes desde el origen histórico de la institución. En cuanto a la satisfacción de la demanda formativa, existen dos perspectivas: la del estudiante con una vocación específica que no puede desarrollar por la limitación de plazas de acceso, y la de las empresas y sus directivos, que consideran que la universidad pública no forma a sus futuros e incluso actuales empleados como ellos quieren.


Sobre el lucro nada hay que explicar. Algunos modelos políticos lo prohíben o lo dificultan y exigen que las universidades privadas reinviertan sus beneficios en formación, investigación, personal o instalaciones, nunca en reparto de dividendos. Pero en todo caso se trata de una cuestión ideológica o, si se prefiere, filosófica o ética. Allá cada uno con sus razones.


Respecto a la influencia social tampoco hay mucho que discutir. La educación responde siempre a un marco cultural. Familias, colegios y universidades forman con una inevitable perspectiva que incluye y excluye unos determinados valores, conocimientos y habilidades. Habrá quien defienda la libertad para elegirlos y quien abogue por su control. Corrijo, hay mucho que discutir, pero siempre aparecerán argumentos para todos los bandos.


La universidad pública opina sobradamente sobre lo anterior, pero poco puede hacer. Donde sí puede y debe actuar es sobre el tercer aspecto, la satisfacción de las demandas formativas. Porque si la universidad pública hiciera bien su trabajo, la oferta sería más flexible, la participación de las empresas sería más sencilla y la selección de estudiantes y profesores más idónea. Y ese es el hueco que aprovecha la universidad privada. El motivo más plausible (digno de aplauso, no probable ni verosímil como insisten en decir muchos políticos) de su participación en el sistema de educación superior español.


Personalmente, creo que no hay mercado en Galicia para tres universidades públicas y dos privadas. Buena parte de los miles de estudiantes gallegos que se van a estudiar fuera lo hacen porque pueden y quieren, entre otras cosas, por vivir una experiencia menos local, más cosmopolita e incluso más elitista. Pero en términos de mercado es un problema de los inversores y, además, puedo estar totalmente equivocado.


Si se trata de influencia social, están en su derecho siempre que cumplan la ley y los umbrales mínimos de calidad objetiva: recursos económicos, número de grados, doctorados, investigación, dependencias, ámbitos de conocimiento…


Pero mientras un profesional del máximo nivel y decenios de experiencia no pueda ser fichado directamente como profesor, mientras un estudiante con verdadera vocación no acceda a su carrera porque las plazas se repartan con decimales de materias que nada tienen que ver, mientras haya que esperar dos años para mover una coma en un plan de estudios o mientras se considere que las empresas son el enemigo, las públicas estarán allanando el camino a las universidades privadas.


Todo puede tener explicación política, sí, hasta sórdida e interesada. Aunque en ocasiones también hay que asumir las propias responsabilidades. Cierto que las universidades públicas no tienen tanta capacidad como deberían por presupuesto, burocracia y normas. Pero con una universidad más abierta, con menos miedo “al mundo exterior”, no habría tanto empresario ni padre dispuesto a pagar más por algo que pueden conseguir por menos.

Motivos para las universidades privadas

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