Un futuro sombrío

Estamos hambrientos de buenos aconteceres. La puerta oscura del tiempo parece dejarnos sin espacio para el sueño y sin alas para poder volar. Es evidente que necesitamos una existencia renovada y unos caminantes que viertan otros hechos más enérgicos y liberadores, en cuanto al buen juicio y la certeza del aprecio. No podemos continuar en el terreno de la confusión. Tampoco encerrarnos en nosotros mismos. Quizás tengamos que beber de otras fuentes más auténticas y enfocar la mirada hacia otros horizontes. Cuidado con la tristeza, nos ahorca, porque no saber sonreír como no saber llorar, es destruirse sin dejar ni huella. Somos algo más que un mero producto de mercado. Necesitamos sentir ese mundo interior que es el que nos alienta y llena de anhelos. La moral, por tanto, debe sustentar nuestros corporativos abecedarios para que las cosas no tengan un final siniestro. Por eso, el cambio climático no es ficción ni exageración, debemos actuar ahora o nunca. De igual modo, hay que aliviar las tensiones, superar la atmósfera de desconfianza, llamando al entendimiento cultural y religioso, antes de que el miedo al otro o el descontento se apoderen del corazón de las personas.

Sea como fuere, se requieren de otros latidos más esperanzadores, sustentados en el esfuerzo común, para que el mañana llegue a ser un poco más radiante y humano. Ciertamente, todo está como muy corrompido por la falsedad, lo que origina un fuerte desánimo y desorientación total, ante la superioridad de fuerzas contaminantes. Nos conviene, desde luego, hacer todo lo posible por disminuir el sufrimiento que origina este mundo de perniciosas contrariedades que nos dejan sin alma; puesto que, frente a tantas ataduras y servidumbres, hay que añadir ese fuego de horno permanente, en cuanto a ese cúmulo de venganzas y angustias, que nos descuartizan por completo cualquier impulso regenerador. Son estas pequeñas claridades, que podemos encontrarnos en cualquier esquina, las que contribuyen a esclarecer caminos. Ojalá nos sirvan para hacer justicia y apagar los incendios de odio, como los que suelen campear a sus anchas a través de las redes sociales. Por si fuera poco, a este tétrico porvenir, hay que sumarle el resurgir permanente de la intolerancia; lo que nos exige dar fuelle a la alianza de las civilizaciones de las Naciones Unidas, establecida justamente para mejorar la comprensión y la cooperación entre las naciones y los pueblos de todas las sapiencias y cultos, así como para ayudar a neutralizar las fuerzas que alimentan la polarización y el extremismo.

Tenemos que salir de esta siembra tenebrosa antes de que la desesperación nos deje sin fuerzas y la desconfianza nos aniquile por completo, manteniendo la lámpara de la unidad de los vínculos y el apasionamiento encendido del corazón. Juntos podemos traspasar cualquier período de crisis. Indudablemente se requiere tesón, no desfallecer jamás y responder con acciones concretas.

Un futuro sombrío

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