Formalismo y principios

La materia y la forma, el procedimiento y los valores, deben estar inseparablemente unidos de manera que, a través de la forma, a través del procedimiento, a través del proceso, discurran y se transmitan los valores del Estado de Derecho.


El formalismo, sin embargo, busca sacrificar los valores, los principios, en el altar de cientificidad o autonomía de la ciencia jurídica que, desde esta perspectiva, debería olvidarse de los valores o, por mejor decir, de la misma justicia. En este sentido, sin rubor alguno, desde la vía formalista se afirma que el jurista científico debe ocuparse únicamente de las normas que se han de aplicar y no de la justicia de una solución jurídica determinada


La armonía entre valores y forma sale al paso de un exagerado conceptualismo que nada aporta a la resolución de los problemas sociales y de un hiperbólico dogmatismo entendido en su peor sentido. Es decir, como pura exégesis de la norma positiva incapaz de remontar el vuelo por encima del texto escrito y de otras indagaciones meramente formales o gramaticales, sin atisbo alguno de búsqueda de lo verdaderamente importante como es la conexión de la norma con el resto del sistema fin de desentrañar su verdadero sentido, sus fines y su sustancia última, así como su razón de ser.


La lucha entre positivismo y iusnaturalismo o, lo que es lo mismo, el combate entre la forma pura, abstracta, y el principio desgajado de la realidad, todavía presente en el mundo jurídico, no conduce a ningún lugar. La clave, desde el pensamiento abierto, plural, dinámico y complementario se encuentra, en una relación de armonía entre la forma y el valor. Es más, en un Estado de Derecho, la forma es, debe ser, la expresión de los valores propios y característicos del Estado de derecho. Algo que hoy, como vemos y experimentamos a diario, brilla por su ausencia.

 

Formalismo y principios

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