Esta debería ser la última semana de Sánchez en Moncloa, pero...

A saber, claro, por dónde saldrá Pedro Sánchez este lunes cuando se reúna con la comisión ejecutiva del PSOE, cuya remodelación –faltaría más– anunció. El presidente y secretario general es persona poco previsible y ha destrozado todas las apuestas acerca de su futuro. ¿Cuántas veces le hemos dado por políticamente muerto, y ahí sigue? ¿O seguía? Porque la lógica más básica indica que esta que ahora comienza debería ser la última semana que habita en La Moncloa: es lo que ocurriría en países como Alemania, Portugal, Francia o el Reino Unido, para no hablar ya de los nórdicos. Ocurre, sin embargo, que parece que Sánchez ha trazado un plan. Que no pasa por tirar toalla alguna, y sí por amañar una ‘regeneración’ de un partido, el PSOE, en shock, y de un Gobierno, el suyo, en pánico.


Ahora, cada jornada será clave. El martes, Consejo de Ministros. A ver con qué cara sale a la palestra la ministra portavoz y quién va a acompañarla en su comparecencia más difícil ante la prensa. El miércoles, sesión de control parlamentario, teóricamente sin preguntas a Sánchez, que debería estar en una ‘cumbre’ sobre Oriente Medio en Nueva York. Ocurre que esta ‘cumbre’ al parecer se ha aplazado y Sánchez no tendrá excusas para estar fuera de Madrid. Y así, el jueves, y el viernes, y la semana próxima, con nuevas comparecencias de presuntos corruptos ante el Tribunal Supremo, con nuevos audios comprometedores en el aire, con una ‘cumbre’ en el Tribunal Constitucional que puede añadir, con el espinoso tema de la admisión de la constitucionalidad de la amnistía, mucha pólvora al barril con la mecha ya encendida. Y con el fiscal general ante el abismo, claro. Casi nada.


No hay un solo medio que defienda ya abiertamente la continuidad de Sánchez, que ha convocado al comité federal –en el que no hay voces críticas. O no las había– para el 5 de julio en Sevilla, mismo día, casualidad, en el que el PP clausura en Madrid su congreso de ‘¿refundación?. Una cosa, el canto del cisne de un comité federal aplaudidor y acrítico –como el grupo parlamentario, como el Consejo de Ministros– y la otra, la clausura de un congreso en el que Feijoo no puede cometer ya ni un solo error, tienen mucho que ver. La ‘alternativa Feijoo’ aparentemente se ha acelerado con el ‘caso Santos Cerdán’ , precipitando el ya antes palpable declive de un partido, el PSOE, con la moral y el ánimo perdidos. Habrá que ver, y lo comprobaremos el 5 de julio seguramente, si esa alternativa está suficientemente madura.


Sánchez se tiene que ir, y lo dicen no solo los por él defenestrados en el PSOE ‘sanchista’, sino gentes que hasta la semana pasada estaban consideradas bastante próximas al aún presidente. Puede que ahora sí anuncie las medidas regeneracionistas que desdeñó adoptar en su rueda de prensa del pasado jueves, pero sospecho, sospechan todos, que ya es demasiado tarde como para creer en la sinceridad de sus propósitos. El partido es una jaula de la que escapan los grillos, en el grupo parlamentario hay quien quiere borrar las imágenes aplaudidoras y hasta es posible que en la ejecutiva este lunes se levante alguna voz melifluamente crítica en medio del sin duda masivo apoyo, aún, al líder.


Pasó la era de Sánchez y su ‘sancta sanctórum’. Pensar en llegar así hasta 2027 es, simplemente, locura; lo que ocurre es que a veces la locura se plasma en realidad y, si no, mire usted hacia la Casa Blanca. Lo que resulta difícil de precisar es si Sánchez y su círculo de hierro han entendido que, así, todo les va a ir a peor, todo nos irá peor a todo el país.

Esta debería ser la última semana de Sánchez en Moncloa, pero...

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