¡El dichoso tren!

Ante el desastre del Prestige, el Gobierno convocó un Consejo de Ministros en Galicia donde se aprobaron inversiones extraordinarias en de­sagravio a lo ocurrido. Algunas, aunque faraónicas, se llevaron adelante, como el puerto exterior en Arteixo, y otras quedaron en promesas; una ilusionante era la implantación del AVE del Cantábrico (Ferrol-Asturias-Cantabria-Bilbao), además de la conexión a Madrid,


Sin esperar tanto dispendio, uno albergaba la esperanza de que al menos el Eje Atlántico llegara a Ferrol. Lamentablemente llegó a donde llegó. En un consejo de administración de la Autoridad Portuaria ferrolana, su director, experto en la materia, ya me desengañó: “Teniendo en cuenta los radios de curvas de vía, la máxima pendiente que admitían y la electrificación que requerían ese tipo de trenes, hacían difícil que el proyecto se cumpliera”. Si a eso añadimos los cientos de alegaciones que se presentaron al trazado –los localismos siempre están ahí– fue suficiente argumento para dejar el asunto en un cajón.


Hace escasas fechas, el progresista ministro de Transportes nos recordaba que no se olvidaba de Ferrol. Bien cierto: nos ha dejado sin línea directa de AVE a Madrid, después de muchas décadas manteniendo esa conexión con distintos tipos de trenes y frecuencias, y de la estación intermodal ni se habla. El último viaje a la capital de nuestros representantes políticos –al menos por una vez fueron todos a una– parece ser que tampoco da resultados esperanzadores.


Solo unos datos: en Ferrol entran diariamente 127.000 vehículos ―lo confirma el mismo Gobierno―. El número de habitantes, debido a la política y la burocracia, está distorsionado. La ciudad se asienta sobre tres ayuntamientos completamente unidos; hay situaciones en que cambiar de acera supone cambiar de municipio. Los 117.000 habitantes reales siguen siendo la tercera ciudad más poblada de Galicia y la única con una línea ferroviaria de más de un siglo, inaugurada por Alfonso XIII –y la única sin estación intermodal–. A ver si nos damos cuenta, o queremos darnos cuenta: las soluciones al aislamiento ferroviario son más que conocidas desde hace mucho tiempo. No es un problema técnico ni económico en un país donde su Gobierno despilfarra millones de euros; es sencillamente un problema político. En estos próximos diez o quince años tendremos una nueva etapa de crecimiento, si no aprovechamos el momento, acabaremos en otra caída ya habitual.


Hay tres circunstancias fundamentales para no repetir la historia: suelo empresarial en el ayuntamiento, diversificación industrial y ¡el dichoso tren!

¡El dichoso tren!

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