No sé si es porque todavía siento el espíritu navideño o porque los políticos están de vacaciones y no dicen ninguna estupidez ni llaman a machacar al contrario, pero me parece que todavía es posible construir un mundo más humano para todos, sin exclusiones, y que, si nos empeñamos, tal vez lo podamos conseguir o, al menos, avanzar en reducir las desigualdades cada vez mayores. Hemos cerrado un pésimo año en casi todos los aspectos y lo que nos espera es otro lleno de asignaturas pendientes, de dudas, de incógnitas. ¿Pero por qué no puede ser un buen año o, simplemente, un año normal sin el sectarismo, la intolerancia, la rabia, la violencia o la ira que envuelve la mayor parte de nuestras actividades?
Es indudable que o los cambios empiezan por cada uno de nosotros, por nuestra irrenunciable responsabilidad individual, o no cambiará nada. Pero sí tenemos que pedir otras cosas, o las mismas, a determinados colectivos que tienen una responsabilidad mayor. Entre esos colectivos está el del periodismo, sin duda, y a algunos medios de comunicación como la televisión, especialmente, o la radio por la influencia que tienen en la creación de comportamientos sociales “normales”. La estridencia, los gritos, las mentiras, los insultos --frecuentes, habituales y muchas veces guionizados para “mantener” el interés y los niveles de audiencia-- se venden como opinión, pero son solo mentiras, un mal espectáculo que contribuye a encender los extremos.
No hay que tener expectativas muy elevadas, pero sí deberíamos pedir a los políticos que sean capaces de construir un proyecto colectivo para nuestro país. Es muy difícil que la compleja coalición que nos gobierna lo tenga y es imposible hacerlo con fuerzas políticas que lo que buscan es destruir el Estado democrático. Pero PSOE y PP, al menos, deberían ser capaces de cerrar ese proyecto, aunque sea de mínimos, con generosidad y valentía para dar estabilidad a la sociedad, fortalecer la independencia de los órganos de control de las instituciones, y promover esa sociedad moderna, digitalizada, innovadora y reductora de las desigualdades que este momento exige.
Escuchar activamente a la sociedad civil y a los expertos y construir leyes efectivas sobre necesidades reales y cuyos resultados sean evaluables y evaluados periódicamente, reconocer errores, pedir disculpas y asumir medidas globales debería estar en la hoja de ruta de los dos partidos políticos. Y en la nuestra debería estar rechazar a quienes insultan, descalifican y mienten. Tenemos el arma del voto, pero también el de la protesta activa ante los sectarios y los populistas de cualquier signo. La ética y la responsabilidad individual o colectiva son urgentes, pero no menos que la ética y la responsabilidad de quienes nos gobiernan o aspiran a hacerlo. Pienso que es posible. Tal vez sean los últimos coletazos del espíritu navideño y cuando vuelva la normalidad salte por los aires cualquier esperanza. George Bernanos decía que “la esperanza es un riesgo que hay que correr”. Ya veremos.