Alguien equivoca a Feijóo

En esta España del sanchismo, la temperatura ambiental que respira la ciudadanía sube cada día de la mano de un nuevo escándalo que llega a la opinión pública siempre, a través de los medios de comunicación. Esta es una primera cuestión que debe hacer reflexionar a los partidos de la oposición que, quieran o no, están quedando relegados a meros transmisores de información entre los medios y el parlamento. Lo cierto y verdad es que el hartazgo de la población parece no tener límite y cada barbaridad de la que nos enteramos la incorporamos con sorprendente normalidad a nuestra vida cotidiana y la respuesta se limita a comentarios de bar o corrillos intranscendentes. Pase lo que pase, ¡no pasa nada! Con esta sensación, que roza la resignación, los sufridos españoles miran a los partidos políticos esperando respuestas que nunca se dan. Es como si el padecimiento ciudadano no causara reacción alguna en la clase política. Por primera vez en democracia, los contrapoderes no son las fuerzas políticas de la oposición, ahora son la UCO, la justicia y algunos medios de comunicación y, estos últimos, corriendo el riesgo de ser tildados de “pseudomedios” y amenazados con su extinción. Así las cosas, el público no ve reflejado su cabreo y su hartazgo en los líderes nacionales y ningún partido parece saber encauzar ese malestar para recaudar votos, las encuestas reflejan pocos cambios y nada augura que unas elecciones pudieran cambiar mucho el mapa político. Cuatro años más de sanchismo, además de los dos que le quedan de legislatura, serían insoportables para muchos españoles y quizá también para nuestra democracia. Por eso, cuando hace un par de días se anunció una comparecencia de Núñez Feijóo al calor de las últimas noticias sobre la fontanera socialista Leire, muchos esperábamos algún compromiso del presidenciable popular que fuera más allá de unas palabras. Escuché con todo mi interés la intervención. Feijoo hizo una narración de hechos que eran el argumentario perfecto que justificaría una moción de censura al gobierno de Sánchez pero, lamentablemente, la conclusión de su intervención no fue el anuncio de la imprescindible censura a Sánchez, la conclusión de Feijóo fue la de convocar una concentración en Madrid el próximo 8 de junio. Me quedé ojiplático ante mi televisión. Es como si el presidente popular descargara en los ciudadanos su responsabilidad de plantar cara al gobierno, de dar voz a los votantes descontentos con la situación degradada de nuestra democracia. Mucho cuidado con esto, una manifestación no arreglará nada y conlleva riesgos. Más allá de la concurrencia, los asistentes se levantarán el lunes viendo que no ha pasado nada, Sánchez no va a dimitir de ninguna manera, ni aunque fueran millones de personas y los asistentes se preguntarán de qué ha valido el esfuerzo. Quedando dos años de legislatura que van a hacer, ¿una manifestación todos los meses? La obligación de líder del primer partido de España es plantar cara en el Parlamento, presentar una moción de censura al Gobierno que la higiene democrática exige en este momento. Más allá de la aritmética parlamentaria, el Partido Popular debe saber que esa moción la tiene ganada, no en el Parlamento, pero sí en la calle. Así lo entendió Felipe González en los ochenta, presentó una moción contra Suárez, que perdió en el Parlamento, pero que le puso un puente de plata para ganar las elecciones generales posteriores por mayoría absoluta reforzada. Alguien aconseja mal a Feijóo. Con esa teoría, la oposición no debería presentar ningún proyecto en el Parlamento porque, la aritmética parlamentaria, condena al fracaso cualquier iniciativa de la oposición. Ahora los medios de izquierdas echarán en cara al líder popular su falta de valentía por no presentarla y los afines verán con frustración que sus manifestaciones domingueras no valen para nada. A la próxima quizá no vayan. Feijóo debe cambiar de asesores, en Galicia los tenía mejores.

Alguien equivoca a Feijóo

Te puede interesar

Enrique Barrera Beitia
Xoán Rubia
Xosé María Dobarro
Enrique Barrera Beitia
Xoán Rubia
Xosé María Dobarro