Baja la expectación en Sanxenxo ante la tercera visita del rey emérito

Baja la expectación en Sanxenxo ante la tercera visita del rey emérito
El rey emérito Juan Carlos de Borbón, aterrizó en el aeropuerto de Vigo para asistir a las regatas de Sanxenxo / Salvador Sas (EFE)

Sol que cae a plomo, playas llenas y terrazas atestadas. Así está Sanxenxo este 26 de julio, una población costera a la que este miércoles ha llegado Juan Carlos I, en medio de una expectación a la baja, en la que es su tercera visita a España desde que en agosto de 2020 decidiese residir en Abu Dabi por las irregularidades fiscales de sus últimos años de reinado.


Son muchos los turistas que también este verano han optado por esta localidad de moda, con una situación privilegiada en la ría de Pontevedra, para pasar sus vacaciones. Es el caso de un grupo de jóvenes de Avilés (Asturias) que, literalmente de la noche a la mañana, han pasado a convertirse en temporales "vecinos" del rey emérito.


El despliegue de seguridad, con vallas, tres coches de la Guardia Civil y la unidad canina, les alarmó. Primero pensaron en un suceso grave. A continuación, se les vino a la cabeza si habrían liado algo en su primera noche en la villa. Y, después, preguntaron directamente y se enteraron.


Es lo que confesaron a las poco más de dos decenas de periodistas que hicieron guardia ante el chalé del regatista Pedro Campos, amigo y anfitrión del rey Juan Carlos. Uno de ellos bromeó con que si tiene ocasión sí le hará la pregunta de qué tal se vive en los Emiratos Árabes Unidos y, además, se ha ofrecido a compartir lo que tienen en la nevera con el padre de Felipe VI.


Todo, "menos las cervezas, que son de las más baratas que hay", ha espetado este chico, dando paso a una carcajada colectiva.


Junto a los reporteros de los medios de comunicación han estado un reducido grupo de curiosos, que se contaban con los dedos de una mano y que se han lamentado por haber visto simplemente el pase rápido de Juan Carlos I en el asiento de copiloto del vehículo de Pedro Campos, presidente del club náutico local.
Un intento de sonrisa tímida y un saludo con la mano. Es lo que se han podido llevar. Y eso mismo ha ocurrido en el aeropuerto vigués de Peinador.


Por tanto, apenas hubo bullicio. Algunos coches hicieron sonar sus bocinas, pero muy pocos, y hubo un conductor que gritó "viva Galiza ceibe".


Ante la vivienda de Campos se apostó la seguridad. Los encargados de la protección pidieron expresamente no ser grabados. Por momentos necesitaron resguardarse en las áreas donde daba sombra, debido a las elevadas temperaturas.


Atendieron con amabilidad las preguntas de los cronistas acerca de si había prevista alguna salida pero se excusaron por no poder dar la respuesta.


En esta visita privada no hay agenda conocida ni programa alguno. La idea del anterior jefe del Estado, de 85 años, es participar en las regatas de preparación para el Mundial de la categoría 6m que tendrá lugar a finales de agosto en el Reino Unido. Es lo único que ha trascendido.


Son el próximo fin de semana, pero habría dos días de entrenamiento previos, solo que, si bien mañana dan bueno, las predicciones no son muy halagüeñas ni para el viernes ni tampoco para el sábado. Así las cosas, la meteorología influirá directamente en los planes.


Por lo de pronto, a casa de Pedro Campos llegó una furgoneta con la indumentaria deportiva de Juan Carlos I, la que habrá de utilizar si sube al Bribón.


El alcalde de Sanxenxo, Telmo Martín, que acudió a una reunión de su partido, el PP, en Santiago y acto seguido regresó a la capital de las Rías Baixas, no quiso esta vez hacer grandes declaraciones. Así, se limitó a recordar lo que siempre ha expresado, literalmente que es una alegría y satisfacción tener al emérito en el pueblo.


Desde la vez anterior han pasado apenas tres meses. Un hombre, que ha pedido resguardarse en el anonimato, ha compartido su convicción de que el emérito debería hablar con su hijo, el monarca Felipe VI, que ha viajado a Palma para comenzar su estancia veraniega, y decidir ya si se queda definitivamente, en lugar de andar yendo y viniendo.


La primera visita de Juan Carlos I a España, en mayo del año pasado, había generado enfado en la Casa del Rey. En esa ocasión sí hubo convocatorias y todos sus movimientos se siguieron.


Felipe VI mantuvo un encuentro el día 23 de aquel mes con su padre y le recordó la privacidad con la que deberían transcurrir este tipo de desplazamientos. Aquel mensaje aparentemente parece haber calado y ni el entorno más cercano suelta prenda. 

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