José Couso | Quince años de injusticia

José Couso | Quince años de injusticia
José Couso murió en Bagdad por el disparo de un carro de combate del Ejército estadounidense

Los recuerdos de aquellas jornadas están vívidamente grabados en mi cerebro, como una de las experiencias más dramáticas y dolorosas de mi vida.
Aquella mañana de hace hoy quince años, me encontraba alojado en la Residencia de Oficiales del Ejército de Tierra de Valladolid, trabajando, como director adjunto, en la “Revista Española de Historia Militar”. Desde días atrás, seguía, con mucha atención, la invasión de Iraq por la coalición internacional, ya que en Bagdad se encontraba destacado mi sobrino, un joven licenciado en periodismo en la especialidad de Imagen y Sonido, junto con otros compañeros de diversos medios, españoles y extranjeros.


Poco antes de bajar a desayunar, mientras me afeitaba, en cuanto escuché en la radio la noticia de que un periodista español había resultado gravemente herido en un ataque al Hotel “Palestina” de Bagdad, me dio un vuelco el corazón. Rápidamente tuve la intuición que la víctima era mi querido sobrino José. Mientras desayunaba en la Cafetería de la Residencia un café con leche y una tostada llegó la fatídica confirmación… ¡Se trataba, efectivamente, de José…!

Con una angustia indescriptible, aunque con la esperanza de que sobreviviese, continuaba con la oreja pegada a la radio y la vista puesta en la pantalla del televisor. Se iba a confirmar el fatal desenlace. En la televisión, el gesto desencajado y la voz quebrada de la presentadora María Teresa Campos, su compañera de la Cadena Tele 5, nos comunicó la dura realidad. El destrozado cuerpo de José no había superado la operación quirúrgica y las transfusiones de sangre que los médicos iraquíes le habían practicado y no pudieron salvarle la vida. El shock traumático y las heridas eran demasiado graves. Me quedé paralizado por la emoción y, con el corazón el encogido por el dolor, me derrumbé en un tresillo

Alguien que no recuerdo, en mi propio vehículo, pues yo no estaba en condiciones de conducir hasta Madrid, me llevó hasta la casa de mi hermana Maribel, la madre de José, y allí la familia me asignó el papel de portavoz, que asumí con plena consciencia de los duros tragos que se avecinaban. Al redactar la nota de prensa de la familia, por consenso familiar, surgió el lema que nos ha acompañado durante estos años: “investigación y justicia”

Asistí, casi con incredulidad, al cinismo, a la dejadez y a la vileza del gobierno de José María Aznar. Sin embargo, vi con satisfacción como los compañeros de profesión de José le hacían un plante al Presidente, en pleno Congreso de los Diputados, con una huelga de “cámaras caídas”. Eran los herederos y algunos de la propia “vieja guardia” de aquellos periodistas que tuvimos el ansia de obtener la añorada democracia y libertad en los duros años del “postfranquismo” y la convulsa transición política.


Me tocó recibir, en la Base Aérea de Getafe, el féretro de José que transportaba un avión militar Lockheed C-130 “Hércules”, y contener el dolor de mis otros sobrinos, hermanos del asesinado. Otro duro trago que tuve que pasar fue el de reconocer el cuerpo de José en el Tanatorio de la M-30, donde, tras depositar un beso en la fría frente de mi querido sobrino, juré que no descansaría hasta lograr que se le hiciese Justicia.
Me tocó entrevistarme en el Palacio de la Moncloa con Mariano Rajoy, entonces vicepresidente del Gobierno, que mostró una insensibilidad y un desconocimiento increíble de la realidad. Esa entrevista surrealista en la Moncloa, aunque ya la he relatado en varias ocasiones, merece la pena conocerse. Me presentó un informe militar inverosímil y le dije: “Esto no lo firmaría ni el cabo más tonto del Ejército español”. Me respondió, casi tartamudeando: “Yo, es que de estas cosas, no entiendo nada…”

En un momento de la conversación, le plantee: “Si yo fuese el oficial español que hubiese disparado y matado a un periodista estadounidense en una guerra, mi cabeza estaría hoy en Washington en bandeja de plata. Pero ustedes dan por buena una increíble versión de los americanos.” No supo que contestarme…
También me entrevisté con el hoy rey emérito Juan Carlos I para pedirle Justicia. Me considero liberado de la discreción debida entonces y hoy en día no tengo reparo en decir que, cuando se despedía de nosotros, cogiéndome del brazo y un poco separado de la viuda de José y de mi hermana, me dijo en voz baja: “Ya sabes que yo, en esto, no puedo hacer nada… y además, mi relación con Aznar ya te imaginas como es.” A buen entendedor…

Poco más tarde, después de conseguir algún reconocimiento económico y honorifico, como una pensión extraordinaria y la Medalla de Oro al Trabajo, para José, cedí la portavocía familiar a mis sobrinos.
El crimen cometido con José Couso, como muy bien y muy claramente, ha dictaminado en sus autos judiciales el magistrado Santiago Pedraz, estaba encuadrado en una operación militar combinada y destinada a enmudecer y cegar a los medios de comunicación independientes que se hallaban presentes en Bagdad en aquella fecha. En su inspección ocular en el propio Bagdad el juez comprobó personalmente que los militares americanos veían perfectamente sobre quien disparaban. Se trataba de un objetivo civil y fue un crimen de guerra.
Desde el principio de mi labor como portavoz, he podido constatar que nuestros gobiernos, cualquiera que fuese su color político, ya fuese del Partido Popular como de PSOE, dejaron a mi familia en el más profundo abandono, haciendo dejación de sus obligaciones, legales y morales, como son las de defender los intereses de sus propios ciudadanos.

Constaté, ya entonces, que políticos, fiscales generales del Estado, e incluso algunos jueces, se dedicaron a “torpedear” cualquier acción que pudiese conducir al logro de obtener Justicia para José. Todos ellos se convirtieron en los verdaderos “abogados defensores” de los militares estadounidenses que habían perpetrado un horrendo crimen de guerra. Y fueron cómplices de los distintos gobiernos de Estados Unidos, también del color que fuesen. Quieren la impunidad absoluta.

Hubo hipocresía, hubo cinismo y hubo infinidad mentiras por parte de los aludidos. Hubo, también, flagrantes incumplimientos de los tratados bilaterales de cooperación de Justicia suscritos entre Estados Unidos y España. Hubo, finalmente, el golpe final: la derogación de la Jurisdicción Universal.
Pero esta familia, la de los Couso Permuy, no se rindió, ni se rendirá jamás, pase lo que pase, manteniendo siempre la dignidad, la compostura y la acción legal. Contamos con el apoyo de unos cuantos millares de ciudadanos, que nos acompañan en nuestra lucha, que otros pretenden que sea silenciosa o silenciada. Pero nadie me callará. El caso Couso, aunque ahora este archivado, sigue abierto, y la lucha continúa. El mensaje unívoco fue, es y será siempre el mismo: “José Couso, crimen de guerra. Investigación y justicia”.

José Couso | Quince años de injusticia

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