El insólito caso del buque “Alraigo”

Vieron aparecer un harrier de la Royal Navy sobre sus cabezas que, después de dos pasadas muy bajas, comenzaba a descender en vertical con la asombrosa intención de aterrizar sobre la cubierta, muy cerca de una gran grúa
El insólito caso del buque “Alraigo”
El buque Alraigo

El sábado 4 de junio de 1983, el “Alraigo” zarpaba del canal de Deusto en Bilbao, con una dotación de catorce personas, con destino a Canarias y cargado con mercancía general. Dos días después, cuando el buque navegaba por aguas de la costa portuguesa con rumbo a Santa Cruz de Tenerife, los tripulantes del mercante español, capitaneados por el bilbaíno Aitor Suso Linaza, vivieron un hecho insólito. Vieron aparecer un harrier de la Royal Navy sobre sus cabezas que, después de dos pasadas muy bajas, comenzaba a descender en vertical con la asombrosa intención de aterrizar sobre la cubierta, muy cerca de una gran grúa.

 

Características

El “Alraigo” era de los buques más grandes de la compañía, con 93 metros de eslora, 13 de manga y 7 de puntal. Había sido construido en 1977 en los astilleros Duro Felguera de Gijón. Su armador, Alfonso García-Miñaur (fallecido a finales de 2005), bautizaba a sus barcos con nombres formados por sílabas pertenecientes a nombres de sus familiares y amigos más próximos. De esta forma, todos los nombres de sus buques comenzaban por “AL” (en su honor) y el “Alraigo” debía también su nombre a Ramón Larrauri, director general de la naviera, y a su mujer Igone.

 

El incidente

El piloto Ian Watson, al mando del “Sea Harrier ZA176”, a las 22.00 horas de aquel día, se encontraba sobrevolando una zona al sudoeste de Oporto, cuando perdido y a punto de quedarse sin combustible, decidió realizar una maniobra desesperada sobre el Alraigo. Consiguió posarse, apoyándose sobre unos contenedores y una furgoneta. 

 

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Parece ser que el piloto, tras una pasada de aviso sobre el barco, no dudó en hacer descender aquellas casi cinco toneladas, repartidas en unos catorce metros de caza, sobre unos contenedores (aunque el buque no llegó a contactar por radio con el harrier, el capitán, que en ese momento se encontraba de guardia en el puente, facilitó la operación parando máquinas y preparando la maniobra de salvamento y contraincendios).


El aterrizaje se llevó a cabo en unos treinta segundos con gran destreza, evitando la pluma (grúa) central del buque. Cuando el harrier se encontraba a unos dos metros de altura sobre el techo de los contenedores, el piloto apagó motores y la aeronave cayó violentamente sobre los mismos, desplazándose un metro hacia popa (quedando el morro sobre el contenedor y la cola sobre cubierta). 

 

Figura 3 maqueta
 


Finalmente, un golpe de mar hizo que se desplazara sobre una furgoneta blanca, que quedó seriamente abollada. Instantes después salía el piloto Watson a cubierta, sano y salvo.

 

Arribada a Tenerife

Para recuperar su aeronave, el Almirante Ian Wright, al mando del portaaeronaves “Illustrious”, trató de arrumbar al “Alraigo” hacia Portugal, posteriormente a Gibraltar y, finalmente, a Malta. Pero no lo consiguió y, tres días después del incidente, el buque entraba en el puerto de Santa Cruz de Tenerife ante la presencia de centenares de incrédulos, con un harrier y un misil trincado en cubierta. 


Curiosos, periodistas, un oficial y dos técnicos de la Royal Navy, y un representante de la naviera “García-Miñaur”, se dieron cita en la isla de Tenerife para atestiguar que no se trataba de ningún tipo de montaje. Desde el muelle se podía avistar cómo el morro de una aeronave de combate destacaba sobre la cubierta de un mercante, que se aproximaba a su lugar de atraque.

 

El litigio

A lo largo de los siguientes días, el Gobierno británico inició las gestiones para recuperar la aeronave. Según rezaba (y aún reza) en la legislación española de Auxilios y Salvamentos vigente, a la tripulación le correspondían dos tercios del valor del bien rescatado (es decir, unos mil millones de pesetas, que fue la cantidad que el capitán solicitó en la Comandancia Militar de Marina de Tenerife). 

 

Figura 4 harrier museo
 


El Tribunal Marítimo Central (TMC), única autoridad competente ante un buque de pabellón español “salvador”, se reunió, y dictó que el avión no era un bien embargable por pertenecer a la Corona británica. Desde ese momento, el harrier no podía ser embargado y comenzaba el “via crucis” para la tripulación del “Alraigo”.


Y, tras un largo litigio, finalmente se firmó un documento (por parte de la naviera estampó su rúbrica Ramón Larrauri, una de las personas que daba nombre al barco) en el que la Royal Navy se comprometía a tratar el incidente como una asistencia en la mar (salvamento), y se remitía el expediente al arbitraje del Lloyd´s, en Londres, que sería quien finalmente sancionaría.

 

El premio

Al año siguiente el Lloyd´s emitió sentencia y cada tripulante recibió en torno a un millón de pesetas, bonita cantidad para la época pero muy alejada de lo que se esperaba inicialmente, y de lo que tal vez le correspondía a una de las mayores experiencias jamás vividas en alta mar. 

 

 

*Raúl Villa Caro es doctor ingeniero naval, oficial de la Armada, capitán de marina mercante y secretario de la Fundación Exponav

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