Amei Danza es el nombre con el que Ana Rodríguez Ameijeiras ha bautizado la escuela con la que comienza una nueva etapa profesional. Tras ocho años como profesora de baile, la emprendedora explica que fue durante una conversación con la madre de una alumna cuando la idea se convirtió en proyecto. “Me dijo: ¿Y por qué no? Entonces pensé que era el momento”, recuerda. “Además, mi familia y mi pareja me animaron. Si es lo que quieres, hazlo, dijo. Y aquí estoy”, añade.
Su trayectoria le ha dado a Ana Rodríguez Ameijeiras el bagaje necesario para definir su oferta y, sobre todo, su visión. “La escuela”, señala, “nace con el objetivo de que estos niños y adultos tengan un espacio seguro en el que se pueda disfrutar y se sientan cómodos para bailar, sin que nadie los juzgue”.
Las opciones que ofrece Amei Danza son variadas. Primero, por la edad –desde tres años en adelante, precisa Ana– y, después, por estilos. Así, ella misma imparte ballet, baile moderno, jazz y contemporáneo, y también hay clase de acrobacias, flexibilidad y, además, técnica y acondicionamiento. Esta última, indica la profesora, está dirigida a las personas que quieren “profundizar en un nivel un poco más alto”. Junto a estas actividades se da también pilates –en este caso la profesora es Susana Doce– y a partir de octubre habrá también zumba.
Rodríguez Ameijeiras insiste una y otra vez en desterrar el sentimiento de vergüenza. “Hay muchos adultos interesados en la danza, pero pocos se atreven. Es por eso que intentamos crear este entorno en el que la gente pueda venir sin ningún tipo de vergüenza. Aquí cualquier persona puede entrar en mis clases, no hace falta pasar ninguna prueba de nivel: todo el mundo es bienvenido. La única condición es tener ganas”, subraya.
Ese enfoque se extiende también, y sobre todo, a los niños. “Obviamente, como todo en la vida hay que tener una disciplina y unos valores”, comenta, “pero no quiero que sea una escuela en la que los niños sufran para ser buenos: quiero que disfruten porque, en mi opinión, si haces sufrir a un niño para ser bueno en un deporte o en cualquier actividad no va a querer seguir practicándolo. Mi meta es que sientan el amor por la danza para que lo sigan practicando muchos años”.