Dennis Berthod, Víctor Montes,  Iván Rumbo, David Novoa, Gonzalo Santa Cruz, Gabriel Morgato, Diogo Schlemper, David Bouzón ‘Turbi’, Manu Aguayo, Lukas Ramos, Rubén Orzáez, Nico Rosa, Mati Starna y Domingos Xavier. Esos nombres, junto con los de Gerard Casas, Pol Cuairán y Ángel Padín quedarán en la historia de O Parrulo. 

Ellos fueron los encargados de devolver al conjunto de A Malata a Primera División, una categoría en la que no jugaba desde la temporada 2020-21. Tampoco hay que olvidarse de Keita Nakashima e Iván Castro ‘Pansi’, que si bien empezaron en el equipo, en el mercado invernal se marcharon en busca de nuevas oportunidades.

Este ascenso tiene aún más mérito, si cabe, que el logrado en la campaña 2016-17, no por como sé consiguió, sino porque el cosechado el pasado viernes no entraba en los planes en el mes de septiembre. Después de varios intentos fallidos, este año, el club rebajó sus expectativas. El objetivo, debido al bajo presupuesto, era mantener la categoría y formar a unos jugadores, con mucha calidad, pero todavía muy jóvenes y faltos de experiencia. Sólo tres integrantes de la plantilla, los dos capitanes (Rumbo y Orzáez) y Montes, superaban los 30 años. 

En los primeros compases de la competición, esa inmadurez, por así decirlo, provocó que muchos partidos que parecían tener controlados, se terminasen escapando por ese saber estar en los últimos minutos. Esto provocó que, en alguna jornada, el equipo estuviese en los puestos de descenso. Esa situación dolió mucho al vestuario.

Aunque el ambiente era excelente, como reconocieron todos en las rueda de prensas, lo cierto es que algo fallaba. Tanto el cuerpo técnico como el equipo decidieron reunirse para darle la vuelta a la situación. “Nos reunimos, tuvimos charlas jodidas con el equipo porque estábamos todos cabreados y lo hablamos porque era la parte que nos fallaba. Éramos mentalmente muy frágiles”, apuntaba Gerard Casas antes de acabar la liga. Esas charlas fueron claves porque permitieron al equipo despegar, justo antes del parón invernal.

Buen mercado

En ese periodo, el equipo perdió a Keita y a Pansi, que decidieron salir para tener más minutos. Quedaron dos vacantes que O Parrulo supo llenar con dos jugadores de muchísimo talento: Lukas y Diogo. El primero de ellos llegó desde O Esteo, tras ser uno de los máximos goleadores de la categoría, mientras que el segundo, tras un tiempo inactivo, decidió volver a Europa para ayudar a crecer al club. 

Y vaya si lo hizo. Con estas dos incorporaciones, el nivel de los entrenamientos subió muchísimo. Eso provocó que el equipo tuviese un rendimiento más alto, que desencadenó en muchos triunfos. Todo ello, no hizo más que reforzar el trabajo hecho y el buen ambiente del vestuario. 

Todos aportaban. Ya fuesen los goles de Nico Rosa –que fue el pichichi de Segunda División–, David Novoa o Gonzalo Santa Cruz, como las asistencias de Rubén Orzáez, de Diogo, de Morgato, de Lukas o de Domingos; la fortaleza defensiva de Víctor Montes, Iván Rumbo y Turbi, o las paradas salvadoras de Mati Starna, Manu Aguayo y Dennis Berthod.

Y es que lo de estos tres es un caso aparte. Aunque se estaban jugando un puesto, siempre se ayudaron a mejorar. Siempre buscaron lo mejor para el compañero. Hasta el punto de ser decisivos parando penaltis y dobles penaltis, que dieron triunfos. La única pega fue la lesión de Aguayo, que tuvo que despedirse antes de la temporada por culpa de la rotura del ligamento cruzado.

Eso juntó más al equipo. Con la permanencia en el bolsillo, apostaron todo por dedicarle unos playoffs primero y luego un ascenso a su compañero caído. Todo el vestuario desplegó su mejor nivel cuando más falta hizo. Se clasificaron superando en Valencia al Levante para plantarse en la postemporada. En ella, tras una eliminatoria muy dura que se fue a los tres partidos, tumbaron a Inagroup El Ejido. Sólo quedaba soñar con el ascenso. 

Para ello, había que derrotar al Málaga Ciudad Redonda, un equipo muy experimentado. Pero este Parrulo no se iba a rendir y logró cumplir su meta y darle una alegría a la ciudad. Todo gracias a unos héroes que nunca dejaron de creer.