“O Bruxo”, un hombre único

“O Bruxo”, un hombre único
Caricatura de “O Bruxo” publicada en Nordesía el 19 de agosto de 2007 | juan veiga

José Luis Torrado, O Bruxo, falleció este sábado en Pontevedra. Había nacido 88 años atrás en O Seixo, Mugardos, y, además de ser un atleta de nivel durante su juventud, pronto destacó como masajista y recuperador deportivo. Esta fue la función que ejerció en los Juegos Olímpicos de México de 1968 como parte de la selección de atletismo. Fue la primera de las cinco citas olímpicas en las que trabajó para el deporte español (Munich, Seúl, Barcelona y Atlanta).


Su relación con Ferrol se reforzó a través del OAR. O Bruxo ya era muy conocido en este deporte. Trabajó como entrenador con Antonio Díaz-Miguel y, cuando Juan Fernández y Roca fueron a proponerle venir a la ciudad, él estaba en el CAI Zaragoza. Aquí pasó seis años y dejó una huella que el paso de las décadas –tres y media– no ha sido capaz de borrar.


“El tiña unha dimensión extraordinaria como persoa”, señalaba ayer uno de sus jugadores en el OAR, Miguel Loureiro, “e iso contaxiaba aos demais. Logo, tecnicamente, era un portento: facíache traballar moitísimo, animábate, involucrábase sempre. E o certo é que nos lesionabamos pouco e, cando nos lesionabamos, recuperabámonos axiña”.


Loureiro lo conocía mucho antes de su desembarco en Ferrol. “Eu era afeccionado ao atletismo e a outros deportes, como o fútbol, e tamén o vira na televisión coa selección española de baloncesto”, apunta, “pero coñecino persoalmente cando o club falara de fichalo e foramos xogar a Zaragoza”.


Ese primer contacto con el equipo ferrolano fue crucial, rememora el capitán oarista. “Daquela había unha unión moi forte entre a directiva, o corpo técnico e os xogadores. Había moita compenetración e iso tamén chegaba ao público, e o público respondía. Iso xa antes de vir el, pero con el e mais con Figueroa, e con algunha fichaxe que se fixo, dimos ese salto de calidade porque eran dous profesionais moi bos. El viu que había moitas ganas, moita enerxía aquí, e foi determinante. O presi convenceuno para que deixara Zaragoza e viñera a Ferrol”. Y así fue.

 

 

Lavodrama


Anicet Lavodrama llegó a Ferrol después de Torrado. “Fue clave para todas las personas ligadas al baloncesto en Ferrol. Cuando llegué a la ciudad, hace ya 38 años, uno de los nombres que más me repetían era O Bruxo. Cada vez que había un esguince, un “bocadillo”, una torcedura de tobillo o había una pretemporada que hacer, siempre se repetía el mismo nombre. Parecía como un conjuro para buscar algo bueno, algo que ponía a todo el mundo en la misma página, buscando un “mejorestar”. Cuando llegué, nuestro preparador físico era Rogelio Bermúdez, discípulo suyo”, relata.


Lavodrama utiliza ese término –“mejorestar”–, que es muy adecuado para definir las sensaciones que transmitía Torrado. “Bienestar era la recuperación, el emplaste de hierbas y utilizar la naturaleza para sanarnos. Pero luego había mucho más: sabías que una pretemporada dura en Cabeza de Manzaneda o en Doniños siempre era O Bruxo y eso suponía también que, después de hacerte sufrir y sudar sangre, siempre habría una buena comida, una pota de caldo, un guiso... que se iba a convertir en un momento único”.


Para los exjugadores del OAR, su faceta profesional y personal estaban a la misma altura, ahí arriba. “Era un dinamizador total: coa xente, co público...”, recuerda Loureiro, que rescata un par de anécdotas: “Un día meteu un pavo no banquillo para facer un sorteo para que as mulleres dos xogadores puidesen viaxar tamén a Málaga cando xogamos alí en fin de ano. E unha vez que ascendimos tamén pediu un burro e foi tomar as tazas co animal pola rúa da Igrexa...”, ríe. Pero eso, advierte, no era contradictorio con su trabajo. “Era moi serio e esixente, pero era tamén o máis alegre, o máis xeneroso... Era un tipo excepcional”, dice.


Coincide Lavodrama en esa apreciación. “Era exigente, tenía autoridad, pero de él emanaba un aura de bondad, de saber acoger a todo el mundo... aunque llegases con dolor, tristeza, morriña o preocupación. Infundía mucho respeto, pero también sabías que te abría su corazón y que era para siempre. Todo eso era O Bruxo”, subraya. 

“O Bruxo”, un hombre único

Te puede interesar