Como en todo Gran Premio, el público de la XXVII Baixada de Carrilanas a San Mamede –que durante esta edición acogió el primer Mundial de Carrilanas de la historia– se equipó contra una jornada de sol para disfrutar de la velocidad que ofrecieron los 54 bólidos que ansiaban hacerse con el título de campeón del mundo.
La prueba, además, volvió a ser puntuable para la Copa de España y para la Europea, así que no es de extrañar que, a pesar del calor, las masas no dudasen en buscar el mejor sitio para disfrutar de una jornada que ya es tradición el municipio valdoviñés.
Los encargados de dar comienzo a esta jornada fueron los más pequeños. La Baixada infantil, para menores entre 6 y 13 años y el Correpasillos, con participantes desde 1 año hasta los 5, dejaron claro desde las 12.00 horas que el nivel no podía ser más alto.
Ataviados con cascos y protecciones, niñas y niños hicieron de la pista su casa para, a continuación, dar paso a una sesión vermú y una paellada que permitía que unos recuperasen fuerzas y que otros encarasen la tarde.
A las 16.00 horas los mayores peregrinaron hacia una línea de salida en la que los nervios estaban a flor de piel. Media hora más tarde, los cronómetros ya estaban listos para dar paso a la Segunda Baixada Oficial –la primera se celebró durante la jornada del sábado–. La Tercera fue la última de la tarde, que dio paso al concurso de saltos y a una entrega de premios que el público aplaudió, esperando ya, ansiosos, el pódium del año que viene.
Por ahora, sin embargo, les tocó a Cristian Marugán Díaz, Iván López Maseda y a la pareja formada por Iván Romay y Pablo Veiga alzarse con los primeros puestos de la clasificación general y en el caso de Marugán, de campeón del mundo.
Valdoviño, lleva bien alto (y rápido) la responsabilidad que conlleva ser de renombre mundial y, además, respetuosa con el medio ambiente.