Nacida y criada en Zaragoza, Sara Qiu es hija de migrantes chinos. Durante la pandemia, esta graduada en ADE y Marketing trabajaba en Madrid, pero las inquietudes llegaron a su vida, lo que hizo que esta diera un cambio radical.
Ahí comenzó a gestarse una idea que se pondría en marcha el 4 de abril de 2022, fecha en la que cogió su bicicleta y partió sin rumbo fijo desde su ciudad natal y que, culminaría, el 25 de enero de 2025, en el pueblo natal de sus padres, Quingtian, en China. “Hace 10 años que comencé a viajar sola, de mochilera. Poco a poco fui incrementando la distancia. Cuando cerraron las fronteras probé otras modalidades”, explica, ahí llego la bici, una forma de “viaje lento, aprovechando el camino y el proceso, que me llenaba realmente”.
Cuando tomó esta decisión, después de ahorrar, paró su vida laboral y se puso con los prepartivos al mismo tiempo que aprendía a editar y hacer vídeos y entrenaba de cara a una salida “en la que cargué las alforjas y puse rumbo a Asia sin destinos ni tiempos fijos”, explica.
Estuvo dos años sobre la bici –con algún impasse para volar a casa en invierno– y cuando llegó al destino “estaba lista para terminar esta etapa, para cerrarla”, y no podría haberlo hecho mejor, pues alcanzó la meta tres días antes del Año Nuevo Chino, fecha que celebró con sus padres –que volaron desde Zaragoza–, haciendo de éste un final “bonito, en el que estuve realmente arropada”, explica Qiu.
Volver allí, a pesar de que para ella es habitual ir cada dos o tres años, siempre es reconfortante, y aunque ha “crecido y vivido” en tierras mañas, asegura que siempre “se ha sentido de ambas partes”.
Y confiesa que “esos viajes –tanto los de mochilera como el de la bicicleta– también me han marcado, puesto que ya siendo algo mayor quise volver, se dio una reconexión”.
De hecho, la unión también se dio con los locales de los diferentes países recorridos. Nunca faltó un techo, y sobró la hospitalidad. “A partir de los Balcanes me tuve que buscar más la vida y la opción de acampar sola no me llamaba la atención”, explica, ya que “me paso el día pedaleando, en solitario”.
“Para mi sorpresa, cuando llegaba a un pueblo y preguntaba dónde podía alojarme, las familias me ayudaba y casi directamente me invitaban a sus casas. Las experiencias son súper enriquecedoras y bonitas, la gente es buena y ayuda a romper prejuicios”, asevera.
Y a pesar de que Qiu tiene claro que si “otra persona, chico o chica, puede hacerlo, yo también”, asegura que “sí que hubo un par de insinuaciones sexuales durante todo el viaje, algo residual a fin de cuentas, pero sí te das cuenta de que por ser mujer tienes que estar alerta. Da pena, pero es una realidad”, reconoce.
Sin embargo, hace balanza y este tipo de situaciones representa “un 1%” de todo el recorrido en comparación con la hospitalidad que se ha topado a lo largo de los 16.000 kilómetros pedaleados.
En la actualidad, Sara Qiu no tiene en su agenda más próxima emprender otro viaje de características similares ya que, entre risas, reconoce que “estoy cubierta por un tiempo, ha sido realmente largo”.
Pero a nivel profesional sí que hay inquietudes. No va a volver a su puesto anterior, sino que está buscando un “reto”. Explica que su propósito es poder trabajar con entidades sociales, es decir, “quiero dedicarme a la tecnología, pero sumándole un impacto social”, explica.
Y a pesar de que un espíritu como el suyo es complicado de domar y posiblemente las aventuras se le presenten antes de lo esperado, la de Zaragoza lo tiene claro, “me apetece estar en España una temporada”.
De hecho, Ferrolterra podrá disfrutar de ella dentro de la programación del Gulliver Fest. Ella será una de las ponentes dentro de las charlas viajeras que se sucederán en el Área natural Muíño de Pedroso, en concreto, el sábado 9 de agosto a las 18.00 horas.