Gaditana de nacimiento, sevillana por la crianza pero del norte por el corazón, siguiendo la estela de una abuela de Viveiro. Hateya Vallejo (La Línea de la Concepción, 1997) no entendió de fronteras, por eso en 2018 se hizo a la mar. Sigue siendo militar, un oficio por el que se decantó “para tener estabilidad y por la tradición que hay en mi casa” y compagina un mundo de normas y rectitud con una creatividad desbordante desde una edad temprana.
Fue a los 12 años cuando, sin saberlo, “Mujer volcán, prosa para intensos” comenzó a gestarse siendo, como ella misma explica, “más que un libro, un camino” que recoge su esencia, la de ser “una quilla intensa”, en pocas palabras. Acaba de ver la luz este poemario que tiene un don peculiar, puesto que “cada persona que lo ha leído se ha quedado con una parte para sí. Me atraviesa el corazón que hayan encontrado unos versos con los que identificarse”, cuestión que no solo ha generado críticas, sino que ha permitido que su autora pueda conocer mejor a un público con el que comparte una parte de ella, su propio viaje vital.
Explica Vallejo que esta es su forma de “curar”. Una mezcla que no sabe muy bien cómo ha surgido, pero fusiona “la supervivencia y la sanación” después de ser víctima de abuso sexual por parte de un familiar con apenas cinco años y de una agresión por parte de la misma persona a los 14. “Creo que las personas que sufrimos algo así intentamos buscar una parte no tan mala”, expone, “necesaria para seguir adelante”.
Ente la “libertad y el agradecimiento” se encuentra ahora esta gaditana, a las puertas de hacer la primera presentación de su obra –este viernes, a las 18.30, en la biblioteca municipal de Narón– porque, entre risas, confiesa que cuando se percató “estaba escribiendo este libro sin apenas darme cuenta”.
Además, no podía ser otro sitio, puesto que esta “ya es mi casa”. Explica que siempre hubo algo que la ligó a Galicia sin saber muy bien qué era, lo que en 2018 le hizo pedir el traslado voluntario desde Rota. No tiene pensado volver, no por ahora. “Los gallegos tenéis ese don. Venís de frente y las relaciones aquí son reales”.
Esta es una parte que también se deja ver en esta primera publicación, puesto que lo que ella pretende es apelar a la “emoción pura, en su plena esencia”. Ella lo lleva dentro, pero también fuera, puesto que no tiene miedo a mostrar “lo que hay de verdad”, a pesar de que, explica, “los intensos estamos mal mirados”.
A expensas de saber si habrá una segunda entrega de esta novel escritora, la ferrolana adoptiva piensa en un futuro en el que “Mujer volcán” pueda pasar a un plano activo y salir del papel, “poner el foco en otras”, tanto niñas como mujeres.
Con esto se refiere a proyectos que permitan procesos de autocuidado para las personas que, como ella, necesitan “aprender a procesar algún suceso. Todos necesitamos algo a lo que abrazarnos y un lugar que permita ser refugio”, y qué mejor que uno mismo. En este sentido, explica que “el libro, más que reflejar la agresión, puede ayudar a otras personas a cómo procesar las vivencias personales”.
Echa la vista atrás, y piensa en una Hateya más pequeña y en cómo gestionó la situación de la que fue víctima. “Hay quien no encuentra algo sano a lo que aferrarse. Soy consciente de que fui realmente afortunada al toparme con la escritura”, explica. Este es un mundo en el que, asegura, “hay recaídas”, y los proyectos, además de tiempo, necesitan de un proceso personal exigente en el que hay que estar preparado para contar historias que no siempre son lo que el público espera o que, por lo menos, no vienen de momentos bonitos.
A pesar de ello, “el proceso merece mucho la pena. Es verdad que hay altibajos, momentos en los que piensas que lo has conseguido y luego no. Llega un día en el que, sin darte cuenta, todo se acaba estabilizando y es ahí cuando llega la sensación de victoria”, asegura. Y si tuviera que decir a qué se abrazó ella, hace referencia a “tomar responsabilidad de lo que me había pasado, ser consciente”.
Con esto no habla de buscar justificaciones, tampoco a cargar con una culpa que no es de la víctima. “Es muy difícil lo que nos dicen en relación al perdón”, a la necesidad de pasar página, pero este discurso se puede enfocar en una misma, asegurando que “las disculpas son para mí misma, para no seguir cargando con la rabia y el odio”.
Sus páginas cuentan una vida, la historia de muchas. Poemas de Vallejo que se vuelven propios gracias a un coraje que se vuelve tinta