Queramos o no, acabaremos siendo todos economistas. Cada día nos obligan a aprendernos un palabro y un concepto nuevos. Al principio de los tiempos solo teníamos que saber cuánto nos rentaba la cuentita que nos custodiaba el banco, a cómo iba el kilo de hipoteca y cuánto pagábamos de IRPF, y ya con eso íbamos echando nuestras cuentas y viviendo más o menos tranquilamente. Después tuvimos que aprender lo de las hipotecas con suelo, sin suelo, fijas o variables; nos hicimos expertos en primas de riesgo, inflación, recesión, expansión, valores, elasticidad de la oferta y la demanda, estado general de las bolsas mundiales, etc., etc. Pues ahora súmenle a todo eso la “deflación”, que es la última palabra de moda. Ya con eso y el importe de nuestro sueldito, hacemos los cálculos oportunos -algún manual habrá en YouTube- y sabremos científicamente que no vamos a llegar a fin de mes, ni aunque nos deflacten dos veces. ¡Qué medo!