Pasaron tres décadas, cinco presidentes de Gobierno, tres presidentes de la Xunta y muchos ministros de Fomento desde que don Abel Caballero, ministro del Gobierno de Felipe González, afirmara en 1988 que “en el año 1993 habrá un tren de alta velocidad circulando entre Madrid y Galicia”. Por fin, ese tren, la promesa más reiterada a lo largo de treinta años por políticos de todos los partidos, llega mañana a Galicia con los primeros viajeros.
Pero no se le puede aplicar el dicho “bien está lo que bien acaba”, faltan flecos importantes. Como la construcción de los 15 kilómetros de Taboadela a Ourense, un tramo técnicamente complejo; el acceso directo al sur de Galicia con final en Vigo que tiene estación, ¡pero no tiene tren!; y falta el “pequeño detalle” de la llegada de los trenes Avril para alcanzar la velocidad de 300 kilómetros por hora desde Ourense a Santiago.
Pese a estas carencias, este tren “rápido” supone un avance importante en la conexión de Galicia con la Meseta y va a prestar un buen servicio al mundo empresarial de los negocios, a los gallegos que quieran “asomarse al exterior” y a los ciudadanos de otras regiones que deseen venir a Galicia para “turistear” y conocer los atractivos culturales, paisajísticos o gastronómicos de nuestra tierra.
Dicho todo esto, permítanme la licencia de sumergirme en las aguas de la nostalgia para recordar la pérdida de los viejos trenes que avanzaban lentamente por Galicia recogiendo en las estaciones y apeaderos a muchos pasajeros que tenían que viajar a la cabecera de su comarca o a las ciudades para hacer compras, arreglar papeles o visitar a sus familiares. Aquellos trenes, que transportaba viajeros y mercancías, vertebraban y contribuían al progreso y desarrollo de Galicia, aún circulan entre A Coruña-Ferrol, A Coruña-Lugo y Lugo-Ourense, pero no son lo que fueron, ahora ya no prestan un buen servicio a los ciudadanos.
De aquel paisaje ferroviario eran parte esencial las viejas estaciones, testigos de despedidas traumáticas y de muchos emocionados reencuentros. Si las estaciones hablaran nos contarían que en sus salas de espera y andenes se vertieron muchas lágrimas de tristeza para despedir a un ser querido que se iba y se derramaron también muchas lágrimas de alegría para recibir a un familiar que regresaba. Eran otros tiempos. Con las nuevas tecnologías, las despedidas son menos traumáticas y los reencuentros poco emocionantes.
Romanticismos aparte, Galicia alcanza la modernidad ferroviaria. Por tanto, “¡Viajeros al Tren!”, que la alta velocidad sea una metáfora del comienzo de una nueva singladura de progreso para nuestro país, más conectado con el exterior “polos novos camiños de ferro”.