Cuando la dirección nacional del PP se tome el trabajo de pensar, las maniobras para impedir o dificultar la elección de Isabel Díaz Ayuso como presidenta del partido en Madrid, se desvanecerán.
Cuesta identificar una razón válida para justificar la torpeza sostenida con la que desde Génova 13 están alimentando una guerra artificial que debilita al partido. A partir de la inapelable victoria obtenida en los comicios del 4 de Mayo –en los que se implicó directamente Pedro Sánchez– Díaz Ayuso se convirtió en un gran activo del Partido Popular entre las baronías regionales, a la altura de Núñez Feijóo quien elección tras elección lleva años revalidando su liderazgo político en Galicia.
¿Por qué Pablo Casado o Teodoro García Egea no ven con buenos ojos qué Díaz Ayuso pueda compatibilizar la presidencia de la CAM con la dirección del PP en la región de Madrid? Para contestar a esta pregunta habría que alejarse de la política para acercarse al mundo de la psicología. Podría decirse que las reticencias que provoca la candidatura de Díaz Ayuso remiten al temor de que su inopinado liderazgo acabe haciendo sombra al propio Pablo Casado. La fulgurante ascensión y el fervor popular que despierta la joven presidenta madrileña contrasta con el lento y espaciado acceso de Casado a cuotas de popularidad. Las encuestas –menos las que cocina de Tezanos– le son favorables, pero hasta que no llegue la prueba definitiva todo está por demostrar .Y en ese terreno, aunque sea a escala regional Díaz Ayuso le lleva ventaja porque ella sí ha demostrado que se puede derrotar a Sánchez aunque sea por candidato interpuesto.
Aquí la clave está en averiguar por qué en Génova 13 no acaban de creer a Díaz Ayuso cuando tiene dicho que ni mira ni aspira a La Moncloa. Esa reticencia es la que está provocando una situación de desconfianza y recelos que perjudica seriamente la imagen y expectativas del PP. No hace falta ser muy listo para ver que a quién beneficia es a un PSOE que tras pasar por la humillación de un derrota sin paliativos está ahora aprovechando la tonta guerra abierta entre los populares para recuperarse.